domingo, 29 de diciembre de 2013

GRACIAS


Todos tenemos algunos deseos que, además de mantenerlos ocultos al mundo, los consideramos incumplibles. Nuestra anticipación hace que los situemos en el plano de lo imposible, en lugar de colocarlos en el contexto de la utopía. La utopía se cocina lenta, pero si la hacemos creíble, se cumple. El plano de lo imposible derrumba la esperanza y amputa la facultad para ser, para hacer o para existir.

A veces, estos deseos, campan alegres por las anchas avenidas de nuestro pensamiento, pisando con firmeza las aceras de la ilusión, hasta que se detienen en el rojo de una violenta barrera en forma de recuerdo o de la magia negra de las condiciones imposibles.

Pero seguimos caminando porque el instinto de supervivencia tiene una fuerza invisible, pero inmensa. Y marcamos un nuevo horizonte sobre una fina cuerda, convirtiéndonos en el faquir que reequilibra su vida intentando no caer al vacío, iluminándonos el camino con el rebote de los reflejos que el sol regala a la quietud de las aguas de los lagos muertos. Nuestros pasos se hacen plúmbeos, se paran, incluso llegan a retroceder, hasta que un soplo de aire fresco lanzado por un suspiro de vida nos pega otro empujón hacia adelante que, en un principio, casi nos hace caer, pero que vuelve a permitirnos caminar rectos y con energía.

Y de nuevo nos vemos sacudidos por los deseos ocultos ubicados en el cumplimiento del nunca jamás. Y así lo sentimos, aunque con el conflicto interno permanente de la chispa de la esperanza, perpetrando la extraña idea en nuestro cerebro del imposible de que se puede estar medio embarazada. Y con ello la cuerda elástica de la vida te suelta rienda o sofrena, dependiendo de qué color mires ese día.

De mi parte, tras cumplir cuarenta y cuatro años, a tiempo pasado, quiero desvelar cuál era mi deseo imposible para mi último cumpleaños, así lo comparto con todas las personas que amablemente siempre me leen, o me siguen, incluso algunos/as me quieren. Y, por supuesto, haciéndolo público renuncio para siempre a él, quedando mi mente vacía de deseos, al menos, hasta que el nuevo año vaya originando en mí algunos nuevos: unos confesables y otros, los imposibles, irrevelables.

Deseo:

28 de diciembre de 2013.

Sumido en la profundidad del silencio de mi cama, abro mis ojos. Miro a la ventana y adapto mis retinas a la luz, una luz que va tomando fuerza de manera lenta y laboriosa.

Dejo el abrigo y la incertidumbre de la noche.

Nazco y me abro a la vida, tengo mucha gente a quien querer.

Sigo hundido en un silencio que pronto dejo de entender, no sé cómo es posible que no escuche el sonido inarmónico de la vida, el ruido extraño de las tentaciones prohibidas…

El día inicia una sonrisa, ensancha su simpatía.

Una hora en punto de un punto de mi vida. Sigue el silencio. Me miro al espejo… estoy. Un rayo de sol se cuela por un lugar invisible del espacio cósmico, trata de herirme. Son las lanzas del infierno, me cuenta mi imaginación con una voz de ultratumba.

De repente, todas las campanas de la ciudad han dejado de sonar. Pican y repican, pero su tañido es mudo. Las horas en punto pierden su valor, el punto de mi vida lo recobra.
 
Salgo.
 
Las personas gesticulan y hablan, pero no emiten sonidos. Los motores de los coches no rugen. Es como si el mundo se hubiera convertido en un cómplice silente de un Dios que nunca veo.

Que hable el mundo y calle el hombre, calle el hombre y vuélvase a callar…”, retumba en mi cerebro la voz de Manolo García cantando “Cuando el mar te tenga”. Sin embargo, camino sorprendido y pienso que lo que realmente debe hablar es el silencio. O mi deseo inconfesable, que me quema dentro.

Mi deseo anula a mi imaginación y la devasta.

Me sitúo frente al ordenador, quiero mirar si alguien se acordó de mí en este día y, por supuesto, agradecerle personalmente su detalle, su gesto de afecto. Nada, no tengo ninguna felicitación, tan solo hay un archivo de sonido, parece una canción.
 
Lo abro.
 
Comienza a sonar la canción de Joao Afonso “Fala do indio”, que alguien me dedica especialmente por mi cumpleaños. Es una composición poética que va directamente al corazón, con una melodía de voz e instrumento que crea unos estados emocionales casi mágicos.

Termina la canción y, mientras retorna a mí el silencio, el sonido vuelve al mundo.

Una preciosa canción que me han dedicado doscientas setenta y seis personas con nombre y apellidos y un rostro específico.

Abro de nuevo los ojos.

Dejo de soñar.

No tendré vida suficiente para agradecer tanto.

Amo.

martes, 19 de noviembre de 2013

DE LINAJES Y PUTAS III


Pues bien, una vez desmitificado este mundo y divinizada la profesión de prostituta, pasamos ya a contar el curioso hecho que inspiró esta entrada de blog.

Olegario el Moscas es un asiduo cliente de un puticlub determinado ubicado en la zona Oeste de la península Ibérica (no puedo concretar más, porque debo guardar la debida discreción). Este buen ciudadano se me quejaba recientemente de que su puta de referencia se había cogido unos días de vacaciones y que él se sentía huérfano en el terreno sexual. Y también en el sentimental.

-      ¿Sabih, Primitivu, que se ha cogíu unuh díah de vacacionih la Catina? – me informó.

-      ¿Quién, la puta? – interrogué.

-      No seah tan bruhcu, no la llamih así –me censuró.

-      Ay, perdón Olegario, pero no te preocupes que lo digo sin connotación negativa, con todos los respetos, ¡eh! No obstante, no te preocupes que no vuelvo a utilizar esa expresión – apostillé.

Ante esta información y en medio de una tarde lluviosa de sábado, decidí proponerle a Olegario visitar una localidad cercana, dar un paseo y merendar unos churros con chocolate. Y este aceptó.

Durante el viaje me hizo una curiosa y nostálgica retrospectiva de su pasado putero.

-      Con la peseta era mejó, ¿sabih? Jodíah por cuatru perrah.

-      Toma claro, Olegario, bien me creo yo que los precios de la jodienda se hayan ido también actualizando en base al IPC.

-      Yo me acuerdu cuandu yo iba al Lux May y, claru, hasta que cobrabah no teníah ni un putu duru y dejabah a debé loh polvuh. El hombri se portaba bien, te loh apuntaba en un cuadernu y al final del meh ibah a jodé otra veh y ya le pagabah.

-      Ya, ya me lo has contado alguna vez. Bueno, eran otros tiempos, Olegario.

Tras un apacible paseo con paraguas, Olegario el Moscas me apremió a tomarnos pronto la merienda, porque él tenía pensado ir al cine, a la sesión de las ocho.

Y durante la merienda, de manera sorpresiva, se produjo un intercambio de mensajes de texto vía móvil entre una interlocutora muy especial y el propio Olegario, lo que logró terminar con la consternación y la pesadumbre que lo asolaba. Era Catia, la puta albana que ocupaba sus pensamientos… Y tal vez algo más.

Me fue mostrando dichos mensajes en tiempo real, los cuales transcribo a continuación literalmente:

o       Catia: Hola ya estoy aki y tengo gana de verte besos dulce como tu ji ji ji ji.

o       Olegario: ahhh no se si creerte. puede ser que me acerque luego o mañana.

o       Catia: Ok esta nochey mejor creme.

o       Olegario: jijiji como quieras. voy al cine a las 8 y luego te veo creo…. jjjjj.

o       Catia: Ok yo estare esperándote despos te vienes y asemos una peli porno je je je je.

o       Olegario: espero que sea buena j j j aunque no me gusta ver ese genero pero si practicarlo j j j.

o       Catia: Claro lo asemos tu y yo la peli je je je.

o       Olegario: por cierto ayer estuve ahí  tomando una copa jjjj.

o       Catia: y con kien meas poesto los cornos te mato jo jo jo.

o       Olegario: pregunta y te sorprenderas jjjjj eso no te lo puedo decir.

o       Catia: Me dijo ke no suvistes teas portado bien je je je.

o       Olegario: acertaste mi corazón es solo tuyo jjjj.

o       Olegario: y lo demás también jijijiji.

Así terminó esta primera tanda de sms, que se produjeron en mi presencia. Los que copio a continuación me los dejó ver Olegario al día siguiente y se los intercambiaron estando él ya en el cine.

o       Catia: No se acavado la peli ke espero la mia jo jo jo.

o       Olegario: no. sigo en el cine pero me han llamado para tomar algo. no se si podre ir. si no te veo mañana.

o       Catia: Ok besos dulce.

o       Olegario: si quieres te voy a recoger cuando termines y te quedas en mi casa.

o       Catia: Otro dia ke oy estoy cansada de viaje vale te espero maniana. Que pases boena noche y ke soenias con migo.

o       Olegario: me lo pensare. mañana pueden pasar muchas cosas j j j j.

o       Catia: No no maniana te vienes tu y el domingo ok. El domingo yo si no, no ai trato tu el primero y despoes la gica.

o       Olegario: ya hablaremos no te entiendo bien.

o       Catia: Ablaremos no maniana te vienes y maniana me entiendes mejor je je je.

Y aquí terminó esta amena y alegre conversación entre Olegario el Moscas y su querida puta. Lo que pasó después, evidentemente, yo lo sé, pero creo que no aporta nada de valor a esta entrada de blog, por tanto, lo guardo para mí.

Sin embargo, las historias de los nobles, las del cura don Lorenzo Milani y sus alumnos de Barbiana y las de Olegario el Moscas y Catia, son el más fiel testimonio de que las putas son atemporales, interclasistas, versátiles, curativas... HUMANAS.

¡Ah, lo olvidaba: y de Dios, las putas son también de Dios!

lunes, 11 de noviembre de 2013

DE LINAJES Y PUTAS II

Continuando a estos niveles sociales, traigo un testimonio bien interesante que otro egregio caballero realizó acerca de las putas, el fallecido señor José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca, noveno Marqués de Castellbell, Grande de España, aristócrata, actor y escritor, biógrafo oficial del Rey don Juan Carlos I, el cual, en un momento de debilidad emocional, hizo unas declaraciones calificadas como incendiarias por la denominada prensa rosa o de crónica social: “... ¡¡me encantan las putas!! Son un servicio público, la mayoría de los hombres de mi edad se han educado a nivel sexual en las sombras de un prostíbulo...”. Sinceramente, por su condición de noble, me parecen unas declaraciones tremendamente honestas, ya está bien de fer a la puta i la Ramoneta, que dirían mis amados y admirados hermanos catalanes.

A su vez, este célebre y polifacético hombre de acreditada prosapia, solía narrar una divertida anécdota sobre el distinguido director y guionista de cine italiano Federico Fellini. Contaba que el reseñado cineasta visitaba cada tarde a una puta, cuyo culo contemplaba con delectación, hasta que acababa la cita, y entonces Fellini palmeaba el culo de la meretriz y marchaba del prostíbulo, saliendo del mismo tan aliviado como el beato pecador sale de un confesionario. Para que vengan a negarme a mí que las putas lo mismo valen para un roto que para un descosido. ¡¡Qué importancia capital tiene el oficio, por Dios!!

Y ya, tomando el ascensor social y bajando algunos pisos, dejamos arriba la nobleza y pasamos a reflejar las percepciones que el pueblo llano aporta al edificante mundo de las putas.

Recién ingresado en la Universidad de Salamanca, allá por el año 1989 o 1990, uno de los profesores que tuve en magisterio, mandó como obligatorias una serie de lecturas de carácter histórico acerca de las diferentes escuelas y los diversos modos de enseñar que se han producido a lo largo de la historia, no sólo en nuestro país, sino a nivel mundial. Resulta que entre esas lecturas, había un libro/manifiesto contra el fracaso escolar titulado “Carta a una maestra”, cuyo título original era “Lettera a una Professoressa”, que estaba escrito por los alumnos de la escuela de Barbiana. Barbiana es el nombre de un pueblecito de Vicchio, en el valle de Mugello, en Florencia (Italia). Bien, pues el párroco de esta localidad, llamado don Lorenzo Milani, buscó alternativas a la escuela tradicional y propugnó una experiencia educativa donde se reestructuraban todos los problemas y situaciones de orden humano, sociopolítico, histórico y religioso.

Y fueron sus alumnos, guiados e iluminados por este sabio sacerdote, quienes dieron con la clave de las putas y su relación con el mundo. Escriben literalmente que “… las putas son como los curas y las maestras, se enamoran enseguida de sus criaturas. Si luego las pierden no tienen tiempo de llorar, ya que el mundo es una familia inmensa. ¡¡ Y hay tantas otras criaturas a quien servir!!”

¡¡Qué barbaridad, Dios mío, qué afirmación!! La conservo intacta y fresca en mi memoria desde que la estudié, incluso la resalté en el examen oral de Pedagogía General, ante la sorpresa, el asombro y la satisfacción disimulada de mi profesor.

Claro, esta idea, reestructura la percepción general que la sociedad tiene acerca de la relación prostituta/cliente. Y desmonta la cruel idea que tenemos todos de que la humanidad del cliente siempre se contrapone a la frialdad de su puta. ¡¡Mentira cochina, como bien descubren los alumnos de la Escuela de Barbiana, dirigidos por el gran pastor don Lorenzo Milani!!

Por eso, la inmensa mayoría de los usuarios de prostíbulos, una vez pasados los periodos iniciales y asentada y controlada su pulsión, repiten con frecuencia con la misma puta: por deseo mutuo, nunca por decisión unilateral ni por casualidad. Existe ahí un amor bidireccional subyacente no tangible, pero potente como pocos.

Y estas divagaciones previas tan complicadas y profundas, autorizan y dan vigencia a la idea que Platón plasmó en su obra “El banquete”: “Abolengo, honores, riquezas, nada puede inspirar al ser humano como el amor, lo que es necesario para llevar una vida honorable”.

CONCLUSIÓN: La prostitución es una profesión Santa, perfecta y libre de toda culpa, de culto universal, de especial virtud y ejemplo, consagrada a Dios y, por tanto, venerable.

Y por si esto fuera poco, trae a todo ser humano especial provecho.

martes, 5 de noviembre de 2013

DE LINAJES Y PUTAS I


Queramos o no reconocerlo hay un hecho que, para bien o para mal, ha venido en resultar un mundo fascinante para propios y extraños: el sumamente controvertido universo de las putas.

La prostitución, al igual que la política, el fútbol, la religión, etc., logra unos posicionamientos claramente marcados, ya sean a favor o en contra, pero nunca deja indiferente. De ahí que podamos calificar ese mundo de complejo a la par que fascinante. Tiene un halo de misterio envuelto en las tinieblas de la noche que siempre logra captar la atención de la gente, ya sea con reacciones beligerantes o de comprensión y apoyo. ¡¡Ay, esa necesidad humana fundamental de resolver los misterios!!

El caso es que a todo el mundo le gustaría decidir por las putas, cuando ellas deben ser las que rijan su propia vida, tal cual me comentó una chica del gremio recientemente.

-    Todo el mundo opina de nosotras y todo el mundo quiere arreglarnos la vida, Primitivo.

-    Hombre, Jenny, eso dice mucho de la bondad natural del ser humano.

-    ¡Bah, paranoias, no me jodas, os podíais ir todos a tomar por culo!
 
-    ¡¡Olé!!

Huelga decir que estoy hablando de putas por vocación o, cuando menos, por voluntad propia. De ahí para arriba no se hablaría del noble oficio de vender sexo, sino de explotación pura y dura.

Y sinceramente estoy plenamente de acuerdo con Jenny en que, quien ejerce el oficio de puta, tiene que tener una autonomía y una capacidad de decisión plena sobre sus designios, debido a la importancia capital de su profesión y a la relevancia social que históricamente esta ha tenido (por cierto, contra lo que se cree, no es el oficio más viejo del mundo, un día cuento esto).

Y ahora paso a  fundamentar, a través de algunas vivencias y ejemplos próximos, la enorme entidad que trato de asignarle a la profesión de meretriz.

Un buen ciudadano de Nuñomoral llamado Rodolfo, más conocido como el Redes, trabajó de mayordomo hace muchos años con una familia  española de alta alcurnia, una familia de las de cinco tenedores, de estas de rancio abolengo. Esto lo saben muy pocos paisanos nuestros, porque Rodolfo el Redes jamás lo contaba, para darse una modestia y una discreción que él creía acorde a la importancia y gravedad del cargo que en el pasado había ostentado. Sin embargo, un día cualquiera de un año cualquiera en un lugar preciso, movido por la curiosidad y observando su porte marcial y sus delicados modos, le inquirí:

-    Redes, me sorprenden esas formas tan finas que tienes tú de relacionarte con el mundo. ¿Dónde aprendiste tanta educación, tanta urbanidad y tanta cortesía? ¿Cómo adquiriste esas formas tan exquisitas de interacción social?

Se sintió tan halagado y le cayó tan en gracia la pregunta que me desveló su secreto mejor guardado:

-    Huy, Tivi, si yo te contara. Aquí donde me ves, yo estuve trabajando de mayordomo para un Grande de España, amigo. Unos marqueses de renombre, lo que me dio pie a conocer a una cantidad importante de gente de la alta nobleza española. ¿Cómo te ha quedado el cuerpo, compadre?
 
-    De piedra, Redes, de piedra, así me ha quedado. Te juro que siempre sospeché que algo extraordinario formaba parte de tu historia personal.

La verdad es que este buen vecino y paisano tiene nombre de mayordomo: Urbano, Alfredo, Sebastián y, cómo no, Rodolfo, pero nadie en el pueblo habríamos pensado jamás que un hombre de su tiempo hubiera accedido a un puesto de esa significación.

Me resultó muy satisfactorio recibir esa información, la verdad; pero lo que realmente terminó de llenarme el gorro fue la anécdota que contó después, la cual, por la relación de su contenido con el tema de esta entrada de blog, la transcribo aquí literalmente:

-    Un tarde, el señor de la casa, don Amadeo Villalta y Osuna de Morterero, Marqués de Villamejor, como tantas veces, organizó uno de los muchos cócteles de hombres en uno de los más grandes y hermosos salones de su casa. Y en una de mis asistencias a los corrillos de duques, marqueses, condes, barones y demás títulos y dignidades nobiliarias, mientras les ofrecía la bandeja, escuché cómo expresaban la necesidad de terminar la noche contratando los servicios de algunas prostitutas para, según sus propias palabras,  poder aliviar sus necesidades varoniles. Uno de ellos me miró y buscó mi complicidad con su sonrisa, pero yo me mantuve impertérrito, ni pestañeé.

-    ¿Y él se conformó con tu indiferencia? Te lo digo porque le gente pudiente necesita tener la completa seguridad de que todo funciona acorde a sus estrictos intereses, a su capricho.

-    No, no se conformó. Te cuento. Resulta que el preclaro personaje abandonó el grupo, me tomó amablemente por el brazo, me llevó a un rinconcito y me desveló uno de los secretos mejor guardados de la nobleza: “Amigo Rodolfo, atiéndame lo que le voy a decir probo sirviente: un caballero, o más precisamente un gentleman, no puede permitirse bajo ningún concepto que se aprecien su ruina ni su tristeza; sin embargo, es muy aceptado y valorado que su carácter muestre una punta de golferío, una tendencia digamos natural a las putas... jojojojo...”.
 
No me digáis que no es impresionante lo que le cascó el principal caballero a nuestro amigo el Redes, una frase que define con certera precisión de manera integral en qué consiste genéricamente la nobleza ruin, esa que ostenta título pero no tiene ni un ochavo. ¡¡Ay, las apariencias, Dios mío!!
 
Los nobles y las putas, seres sin par.

lunes, 28 de octubre de 2013

MANOLO ESCOBAR


Me gustan los artistas que dejan su ego y su orgullo en el camerino, los que son humildes de corazón, los que saben apreciar a su público por valorar su trabajo, los que interactúan con la gente, los que se acercan sin miedo, los que dan su mano y muestran una sonrisa de conexión y agradecimiento.

Me encantan esos artistas que no tienen el sentimiento de que se les debe la vida porque su trabajo guste, los que donan y reparten, los que regalan su buen hacer, los que generalizan su capacidad artística para compartir, para gozar, para disfrutar junto a, no sólo para que otros admiren y encumbren su soberbia.

Admiro a los artistas que gozan con lo que hacen, que sienten verdadera pasión por su trabajo y lo hacen notar, que se muestran pletóricos cuando interaccionan con su público, que se entusiasman cuando ven que sus creaciones llegan al corazón de la gente, que se emocionan cuando ven emocionarse a sus seguidores con sus actuaciones.

Me agradan los artistas que ponen la mano en el corazón cuando salen al escenario, que sufren sus canciones, que sonríen agradecidos al aplauso, aquéllos que se inclinan ante su público, los que bajan su cabeza, los que lanzan besos sentidos desde su estrado, los que miran a los ojos del colectivo, los que saben lo que son y por quién son lo que son.

Y es que me gustan, me encantan, admiro y me agradan los artistas que, ante sus fans, ciñen con fuerza el micrófono y miran al cielo agradeciendo a alguien las presencias que contempla, que establece un diálogo con su público mientras canta, que cierra los ojos para entregarse completamente, para dejarse el alma… para transformarse y sentir en su interior cada individualidad que vibra con él.

Amo a los artistas que no cosechan éxitos fugaces, que permanecen en el corazón de las gentes, que sus canciones fueron un día la banda sonora de millones de enamorados, que viven en el imaginario de la historia compartida de todo un país, que ven a su público desde un escenario, pero que lo mira desde sus pies.
En definitiva, que no sabía cómo decirlo, que me gustó, me gusta y me gustará eternamente Manolo Escobar.

Q.E.D.

lunes, 14 de octubre de 2013

TE BAUTIZO POESÍA

Pero recuerda, díselo al oído, susurrándole tus palabras, porque ella es la mujer del silencio y puedes molestarla. No olvides que ella es la mujer de huellas amables, de ilusiones vivas, de gestos céfiros... Y hay que saber bajo qué códigos puedes dirigirte a ella. Debes hablarle de manera lisa, blanda; con mirada viva, pero que no queme; sin rayos de luz, pero que brille. No puede ser de otra manera, porque así es ella: Norte y Sur, blanco y negro, sol y sombra... TODO.


 

Hazte presente ante ella y cuéntale que la sueño, que la vivo en mi realidad íntima y que la sitúo como meta de mi esperanza. Pero... pero, por favor, ¡cuidado!, no la dañes, por lo que más quieras, díselo con un tono de voz suave y remiso, igual que habla el agua de un arroyo, como lo hace el aire cuando acaricia levemente nuestros oídos.

Anda ve, te lo pido por lo que más quieras, ve ante ella y cuéntale que es el arcano de mi corazón, la columna que sustenta mi mundo, el maravilloso secreto de mi caja de música... dile que es la sonrisa que jamás hubiera podido ni soñar. Eso sí, tómale su mano, de piel estela de buque y, por favor, sin causarle molestia, sin provocarle dolor, cuéntaselo con vocecita de nube, con palabras arañadas por el silencio...

Aunque sea lo último que te pida, incluso si tú quieres te lo suplico, pero, por favor, hazlo, acude junto a ella y dile que todos los días tallo los besos de sus labios en mi corazón, que su existencia transparente y translúcida es visible solamente a mi mirada, que me entusiasma su finura, que conozco su dureza, que adoro su delicada rareza… su tenue manera de estar viva. Pero presta mucha atención, por favor, no vayas a herirla descuidando tu voz, utiliza un timbre blando, dulce, grato; de sonido tranquilo, quieto, manso, porque ella es la mujer de seda lasa, de espuma de almíbar que se desvanece.



 
No tardes más, te lo ruego, vete con premura a su lado y hazle saber que es la mujer de quien huye la tristeza, la pena; que es la única habitante de los mundos multicromáticos y hechiceros que MHA crea, ve, imagina o tal vez sueña; que es el ser que convierte en atractivos mis estados de ánimo oscuros e indefinidos. Pero eso sí, por favor, te pido mucha prudencia, no la violentes con tu voz: háblale con una sonrisa apacible, sin sonido; dale mi mensaje con una mirada dócil, rendida, de brillo puntiagudo y fugaz, para no molestar.

No esperes un segundo más, por favor, corre ve y dile que es la mujer irreductible, la que petrifica su mirada en la única dirección tomada: mis ojos. Toma su cara entre tus manos de vilano, delicadamente algodonadas y cuéntale que es la mujer de sonrisa misteriosa y plena, pendular, como una idea que nace en el desierto y muere ahogada en la inmensidad del mar, como un suspiro que sube desde la tierra hasta el cielo. Pero te pido por lo que más quieras que extremes la precaución cuando le hables, no la contraríes con tu voz: díselo con palabras de nube, de vapor acuoso; con palabras giratorias que lleguen a ella acaracoladas y se rindan a su sentimiento; con palabras líquidas cuyo curso las expanda por todos los rincones de su corazón.

Sin demora, por favor, vete a su lado, tómale las manos y dile que la bautizo poesía.

Del aire cuelgan sacos de sueños...



 

jueves, 19 de septiembre de 2013

MUERTE, VIDA Y ENFERMEDAD II


Tal cual afirmó el filósofo vallisoletano Julián Marías, la esperanza es un requisito imprescindible para la supervivencia humana.

La enfermedad se puede considerar como la guadaña del orgullo y la soberbia, como el pesado elemento que nos ancla los pies a la tierra; nos muestra cuán vulnerables y débiles somos y nos recuerda que fuera de los principios básicos de la interacción y la relación humana todo es notablemente fugaz.

Una enfermedad irreversible es una pasarela sin retorno hacia la muerte; un viaje penoso que no se le cuenta a nadie; un tránsito vital de desconexión, de retirada; es la realidad más palpable y fehaciente de cómo se disuelve nuestra condición humana; es un adiós anticipado a veces largo y siempre muy triste.

Y es ahí donde entra en juego el aserto anteriormente mencionado de Julián Marías: tanto el enfermo como sus familiares se aferran a la esperanza del milagro. Realmente es el único camino posible, cuando el retorno a estados o condiciones anteriores es ya imposible.  Sin embargo, las tropas letales de la obstinada realidad siempre vencen y terminan imponiéndose a la perpetua recurrente espiritualidad.

-      Fíjati, Tivi, cúmu me lo han dejau, eh una pena. Y menuh mal que ehtuvimuh pendientih la mi hija y yo, que si no terminan matándumilu. A vecih, loh médicuh son unuh carniceruh –se explicaba atropelladamente contándome con rabia e impotencia el estado de su marido. Oyi –continuó-,  que muchísimah graciah por vení, eh, que esa eh otra jolinih, pasa mucha genti del pueblu por la puerta y nadii para a velu, se crein que porqui haya perdíu la razón deja de ser una persona. ¡Y eso no eh así coñu!
-      Bueno mujer, cálmate. No todo el mundo tiene la suerte de descubrir el enorme placer de acompañar, de darse a los demás – le dije con voz pausada.

Cuando existe una relación afectiva máxima con la persona enferma, en  sus primeros estadios nunca aceptamos la enfermedad, tratamos de evadir la realidad o bien negándola o buscando un chivo expiatorio que sea el culpable de todos nuestros males. Es una necesidad humana fundamental que nos ayuda a encajar una situación de vida inasumible.

-      Ya te digu, ahora lo tengu yo bien cuidau. Lo únicu que no puedih hablá con él ni ná, porque él no se entera ya de naíta – siguió lamentándose.
-      Pero en eso no estoy de acuerdo, ni mucho menos. Tienes que hablar con él y mucho – le rebatí.
-      Buenu, le ponih la tele y vez en cuandu le dicih alguna cosina, pero pa ná, él no se da cuenta maldita de lo que le digah – aseguró.
-      No necesita comprender el contenido de una conversación, su significado; pero sí necesita escuchar la voz de la persona que él eligió para compartir su vida, que eres tú. Y también la de sus hijos. Juntos le creáis todo su universo sensorial, porque vosotros sois lo que más ama él – incidí en mi idea.
-      ¡¡Ohhhh, míralu qué cosah dici!! – exclamó sonriendo.

Una de las cualidades básicas y de los valores esenciales de las personas que cuidan enfermos es la capacidad que tienen para desarrollar su generosidad sin testigos, sin apropiarse de nada ni de nadie, sino simplemente dándose a fondo perdido, dejando su alma a la sombra y restando vida al final de cada día con suspiros de tristeza que se evaporan en el aire cargados de secretos.

-      Eh una pena veluh así, hay diah mu maluh y eh todu mu trihti, de verdad – sollozó.
-      Ellos aprenden a recibir, agradecen mucho cada gesto de entrega que reciben. La tarea de dar te corresponde ahora a ti – le dije apretando un poco su brazo.

Miré al enfermo una última vez y sentí que mi presencia allí debía de concluir. Hacía movimientos extraños con su cabeza intentando buscar horizontes pasados con una mirada totalmente perdida, como si estuviera ensayando el baile de una danza lenta titulada “La senda hacia el más allá”.

Subido ya en mi moto, antes de ponerme el casco, miré de nuevo a esa apesadumbrada mujer y le dije:

-      Recuerda, háblale mucho a solas, recuérdale que lo quieres mucho, que siempre estarás con él y que nunca lo olvidaras. Las palabras no aparecen en las radiografías, pero dejan marcas indelebles que  refuerzan exponencialmente el vínculo emocional – sentencié.

Y marché integrando en mi historia personal todas las vivencias de esa mañana, prometiéndome a mí mismo que cada día trabajaría más la lejana virtud de la humildad.

martes, 3 de septiembre de 2013

MUERTE, VIDA Y ENFERMEDAD I


-      Hola, ¿hay alguien? – grité desde la puerta mientras la tocaba y activaba el timbre.
-      ¿Quién erih? – preguntó sorprendida la dueña de la casa.
-      Soy yo Luciana, Tivi – aclaré.
-      ¡Anda, veráh tú quién eh! –exclamó con sincera y alegre sorpresa. ¿Y qué te trai por aquí, hiju? ¿Queríah algu? – interrogó con curiosidad.
-      No, nada más que saludar y darte mi pésame por la muerte de tu marido (por supuesto, le dije el nombre) – le contesté con sincero pesar. No te pregunto cómo estás –continué-, porque sé que estás mal y muy apenada, porque después de lo ocurrido es difícil estar de otra manera.
-      Pueh sí, hiju, eh una pena muy grandi. Me ha dejau muy sola – dijo con la mirada perdida.
-      Te ha dejado con su recuerdo, que no es poco. Y con un montón de huellas de su inolvidable paso por aquí: una vida compartida, hijos/as y nietos/as, que es el más fiel testimonio de su existencia y de vuestro amor. Todo eso debes guardarlo tú, así lo mantendrás junto a ti para siempre – le aseguré mirándola a sus ojos negros, profundos y verticales, como el abismo que sentía con su recuerdo.

Lloró y guardó silencio durante un buen momento. Yo respeté su llanto y su silencio manteniéndome callado y buscando un contacto físico puntual o cuando menos medido: un abrazo, tomarle las manos, una mirada, etc.

Y cuando correspondió le hice una transacción cambiante para evadir el momento y resolver la situación creada.

-      ¿A que te ha gustado mi visita? ¿Te has alegrado de verme aquí? – le dije con voz enérgica tomándole las manos y apretando de forma moderada, para transmitirle oxígeno, incluso cierta vitalidad.
-      ¡¡ Pueh claru que sí, hiju, muchu!! – respondió con un tono de veraz agradecimiento.
-      Bueno, pues vuelvo a casa, me esperan para comer. Te muestro mi confianza en tu fortaleza, con eso me basta para saber que irás saliendo de tu tristeza sin perder jamás el recuerdo – finalicé mientras le volví a dar dos besos.
-      Muchah graciah, hiju -concluyó con una tímida sonrisa.

Decía Benedetti que la muerte es la cumbre de la sencillez.

Y es verdad, ya que la vida, en abundantes ocasiones, la convertimos en la cima de la estupidez y la soberbia. Y bajo las premisas y los dictados de estas procelosas aguas, la navegamos.

Evidentemente, este es uno de los motivos esenciales de nuestros vacíos existenciales: situamos lo importante en el reino maldito de lo banal, de lo insustancial; y nos pasamos la vida buscando lo fundamental en recónditos lugares en donde no está.

Esto trae como consecuencias básicas, primero, que muchas olas de esas aguas de la vida nos suban con fuerza al limbo, y segundo, que en otras olas, quedemos bajo la longitud de su onda y nos ahoguen al disolverse sobre sí.

 Y esa es principalmente hoy la vida, paraos a pensar un momento y lo comprobaréis.

Tras unos cuantos de años sin hacerlo, este verano lo he pasado en mi pueblo, en Nuñomoral. Y durante las mañanas del mes de agosto, tras una serie de reflexiones personales, decidí subir a mi moto y viajar por las distintas alquerías que componen el Ayuntamiento de Nuñomoral y realizar algunas visitas.

Para no tener que impostar casualidades inexistentes, antes de nada, pensaba a la persona o familia concreta que iba a ir a visitar, por lo que mi acción se realizaba de manera directa y expresa. Y aproveché para dar algunos pésames y para visitar algunos enfermos, personas que, en ambos casos y respectivamente, conocí vivas y sanas.

Comprobé, en el caso de las familias que habían perdido a algún ser querido, que el denominador común que desgarra en la muerte es el vacío y el recuerdo. Lo más duro en sí, para la mayoría, no era la ausencia de esa persona ya allí, a su lado. Es decir, lo verdaderamente doloroso no era la desaparición de su marido, mujer, padre, madre, hijo, hija… como ser independiente, sino el vacío que quedaba en su propio entorno, en su vida. Alguna vez lo he escrito ya en mi blog: ante una muerte no lloramos por lo que se va, sino por lo que nos queda. Y esto es una forma un tanto egoísta de situar el afecto y enfocar el dolor, que además hace que el sufrimiento sea más intenso y más prolongado en el tiempo.

Como sé fehacientemente que este blog es leído por mucha gente de mi zona, para huir de cualquier atisbo de sensacionalismo o morbo y preservar la intimidad y el anonimato de los implicados, he tomado la precaución de que todos los nombres que aparecen, aunque representen el hecho real, sean ficticios.

Por razones estrictamente personales, tengo un aprecio enorme a la inmensa mayoría de gentes de todo el municipio de Nuñomoral, incluso en muchos casos puedo afirmar que siento un afecto especial por mis paisanos, sobre todo por las personas mayores. Genéricamente, aunque con diferentes matices dependiendo de las personas, en los términos que cuento en la conversación que abre esta entrada de blog mantuve las conversaciones cuando se trataba de gentes que estaban pasando un duelo por la desaparición de algún ser querido.

Y de la desolación y el dolor que proyectaban los ojos de estas personas, nacen las reflexiones que acabo de contar acerca de los tipos de vida actuales y del intemporal dolor de la muerte.