I
El viento acariciaba su rostro con un soplo fresco permanente, casi enamorado; movía sus cabellos con un ritmo regular dejándolos suspendidos en el aire, parecía un baile de pétalos de flores. Las nubes formaban halos que rodeaban su cabeza y le conferían un aspecto de divinidad. Sonreía en el presente mientras sonaban las canciones que un día serían de su pasado.
Macetas de plantas blancas, de calas níveas que rompían la fiereza de la oscuridad para iluminar a una hamadríade hurdana. Terraza de verano que congelaba una sonrisa abierta y la hacía leyenda; armonía perfecta con una preciosa melodía que sonaba a la hora bruja. Acordes de su vida que iniciaban la conformación de su historia personal y que jamás olvidaría.
Joven hermosa, nereida cargada de luz, irradiando claridad se hacía tan bella que educaba las miradas masculinas en sensibilidad. Muchacha de verbo fácil, de sonrisa sincera, amable, ecuánime; de actitud presta y diligente. Nacida de la tierra madre de Nuñomoral quedó configurada como mujer enérgica, sana, vital; de piel cíngara arrancada de la entraña de la Índia. Y en su mente multiplicidad de culturas fusionadas bajo el lenguaje del amor y la concordia.
Para un día ser feliz, cuando ya estuviera en otros mundos, decidió dedicarse a cultivar su alma. La llenó de peculiares semillas que ella misma extraía de su corazón: ternura, humanidad, afectos, amor… Y con ese jardín interior logró una sintonía perfecta con la mentalidad de todos quienes la rodeaban.
II
Aires de mar envuelven a la mujer de blanco, acantilados que se abren para ella y le brindan sus asientos rocosos para entrar en sus pensamientos. Sobre las espaldas del mediterráneo se dibuja un futuro azul marino, con subidas de ola que la elevan para ver Barcelona y saludarla. La ciudad reposa a sus espaldas, recostada sobre el Tibidabo, un indret màgic i emblemàtic de la ciutat de Barcelona, y la espera paciente, en silencio, a media sonrisa... Tal vez quieren crecer juntos.
Quería vivir deseando lo que deseó de niña y llorando por lo que lloró entonces, pero no se lo contó a nadie para no romper su pureza. Amarró su pasado y se aseguró su futuro.
Y Barcelona acoge, descubre, hace suya a una mujer geométrica, segura, espiritual; una mujer que irradia una refrescante corriente de fuerza y felicidad que arrastra a todo el mundo sin poder evitarlo. Cambian algunos aires catalanes, se enriquecen, suman, se multiplican, acarician la superficie del mar y navegan abriendo mundos diversos.
Y cuando haya causas que hagan que la ciudad se le clave, ojalá piense que existe otro lugar en el mundo donde dejó un vestigio de su vida, una huella indeleble; un espacio donde su existencia comenzó a fluir y ayudó a construir lo que hoy es... lo que aquí se acaba de definir.