lunes, 28 de octubre de 2013

MANOLO ESCOBAR


Me gustan los artistas que dejan su ego y su orgullo en el camerino, los que son humildes de corazón, los que saben apreciar a su público por valorar su trabajo, los que interactúan con la gente, los que se acercan sin miedo, los que dan su mano y muestran una sonrisa de conexión y agradecimiento.

Me encantan esos artistas que no tienen el sentimiento de que se les debe la vida porque su trabajo guste, los que donan y reparten, los que regalan su buen hacer, los que generalizan su capacidad artística para compartir, para gozar, para disfrutar junto a, no sólo para que otros admiren y encumbren su soberbia.

Admiro a los artistas que gozan con lo que hacen, que sienten verdadera pasión por su trabajo y lo hacen notar, que se muestran pletóricos cuando interaccionan con su público, que se entusiasman cuando ven que sus creaciones llegan al corazón de la gente, que se emocionan cuando ven emocionarse a sus seguidores con sus actuaciones.

Me agradan los artistas que ponen la mano en el corazón cuando salen al escenario, que sufren sus canciones, que sonríen agradecidos al aplauso, aquéllos que se inclinan ante su público, los que bajan su cabeza, los que lanzan besos sentidos desde su estrado, los que miran a los ojos del colectivo, los que saben lo que son y por quién son lo que son.

Y es que me gustan, me encantan, admiro y me agradan los artistas que, ante sus fans, ciñen con fuerza el micrófono y miran al cielo agradeciendo a alguien las presencias que contempla, que establece un diálogo con su público mientras canta, que cierra los ojos para entregarse completamente, para dejarse el alma… para transformarse y sentir en su interior cada individualidad que vibra con él.

Amo a los artistas que no cosechan éxitos fugaces, que permanecen en el corazón de las gentes, que sus canciones fueron un día la banda sonora de millones de enamorados, que viven en el imaginario de la historia compartida de todo un país, que ven a su público desde un escenario, pero que lo mira desde sus pies.
En definitiva, que no sabía cómo decirlo, que me gustó, me gusta y me gustará eternamente Manolo Escobar.

Q.E.D.

lunes, 14 de octubre de 2013

TE BAUTIZO POESÍA

Pero recuerda, díselo al oído, susurrándole tus palabras, porque ella es la mujer del silencio y puedes molestarla. No olvides que ella es la mujer de huellas amables, de ilusiones vivas, de gestos céfiros... Y hay que saber bajo qué códigos puedes dirigirte a ella. Debes hablarle de manera lisa, blanda; con mirada viva, pero que no queme; sin rayos de luz, pero que brille. No puede ser de otra manera, porque así es ella: Norte y Sur, blanco y negro, sol y sombra... TODO.


 

Hazte presente ante ella y cuéntale que la sueño, que la vivo en mi realidad íntima y que la sitúo como meta de mi esperanza. Pero... pero, por favor, ¡cuidado!, no la dañes, por lo que más quieras, díselo con un tono de voz suave y remiso, igual que habla el agua de un arroyo, como lo hace el aire cuando acaricia levemente nuestros oídos.

Anda ve, te lo pido por lo que más quieras, ve ante ella y cuéntale que es el arcano de mi corazón, la columna que sustenta mi mundo, el maravilloso secreto de mi caja de música... dile que es la sonrisa que jamás hubiera podido ni soñar. Eso sí, tómale su mano, de piel estela de buque y, por favor, sin causarle molestia, sin provocarle dolor, cuéntaselo con vocecita de nube, con palabras arañadas por el silencio...

Aunque sea lo último que te pida, incluso si tú quieres te lo suplico, pero, por favor, hazlo, acude junto a ella y dile que todos los días tallo los besos de sus labios en mi corazón, que su existencia transparente y translúcida es visible solamente a mi mirada, que me entusiasma su finura, que conozco su dureza, que adoro su delicada rareza… su tenue manera de estar viva. Pero presta mucha atención, por favor, no vayas a herirla descuidando tu voz, utiliza un timbre blando, dulce, grato; de sonido tranquilo, quieto, manso, porque ella es la mujer de seda lasa, de espuma de almíbar que se desvanece.



 
No tardes más, te lo ruego, vete con premura a su lado y hazle saber que es la mujer de quien huye la tristeza, la pena; que es la única habitante de los mundos multicromáticos y hechiceros que MHA crea, ve, imagina o tal vez sueña; que es el ser que convierte en atractivos mis estados de ánimo oscuros e indefinidos. Pero eso sí, por favor, te pido mucha prudencia, no la violentes con tu voz: háblale con una sonrisa apacible, sin sonido; dale mi mensaje con una mirada dócil, rendida, de brillo puntiagudo y fugaz, para no molestar.

No esperes un segundo más, por favor, corre ve y dile que es la mujer irreductible, la que petrifica su mirada en la única dirección tomada: mis ojos. Toma su cara entre tus manos de vilano, delicadamente algodonadas y cuéntale que es la mujer de sonrisa misteriosa y plena, pendular, como una idea que nace en el desierto y muere ahogada en la inmensidad del mar, como un suspiro que sube desde la tierra hasta el cielo. Pero te pido por lo que más quieras que extremes la precaución cuando le hables, no la contraríes con tu voz: díselo con palabras de nube, de vapor acuoso; con palabras giratorias que lleguen a ella acaracoladas y se rindan a su sentimiento; con palabras líquidas cuyo curso las expanda por todos los rincones de su corazón.

Sin demora, por favor, vete a su lado, tómale las manos y dile que la bautizo poesía.

Del aire cuelgan sacos de sueños...