viernes, 19 de octubre de 2012

CAMINOS INESCRUTABLES III

La magia de la imaginación radica en que cada uno creamos imágenes, paisajes y situaciones sobre todo aquello de lo que tenemos informaciones previas, pero no hemos visto aún físicamente. Desde que escuché la publicidad del bazar de Juanito el chino en la radio, ya le había puesto yo rostro al protagonista. A veces, estas imágenes previas que construimos casan en alto grado con las reales, pero otras nos sorprenden por su diferencia.

Los empleados activaron la apertura de la puerta del bazar y, por fin, pudimos observar cómo Juanito el chino, que efectivamente era chino, salió precediendo a otra persona situada tras él vestida rigurosamente de negro. Juanito se apartó hacia un lado secuestrando la atención de todos los presentes por lo hortera de su vestimenta. Era un chino de pelo negro azabache, lacio; de nariz hundida y pómulos prominentes, tono amarillo en su piel y ojos con forma oblicua y rasgada, parecidos a una almendra. En fin, un chino estándar. Llevaba unos zapatos negros de cuero de vaca, con cordones finitos y un poco sucios. Dicho sea de paso, yo pienso que le quedaban algo grandes. Vestía unos pantalones negros de tergal, brillantes como las plumas de un grajo. Los llevaba bien subiditos, además. Y por último un polo con franjas horizontales blancas y de tonos naranjas. Hasta la altura de la cavidad torácica eran franjas blancas separadas por rayitas naranjas. Y de ahí para arriba, el polo presentaba, primero, dos franjas de naranja apagado; otras dos de naranja calabaza, más arriba; después, cuatro más de naranja marrón y, por último, una superficie plana de naranja rojizo coronada por un cuello vuelto de blanco nuclear. Francamente, Juanito iba hecho un cuadro.

No obstante, y a pesar del empuje de Juanito el chino, unos segundos después, reparé en la persona que le acompañaba y me llevé un golpe emocional de tal calibre que, ante la mirada sorprendida de algunas personas que estaban junto a mí, exclamé atónito:

  • ¡¡¡Hostias, si es don Valerio!!!

Tras recuperarme del potente choque, volví a mirar al anfitrión del acto y al pastor espiritual que le acompañaba, Juanito el chino y don Valerio. Huelga decir, para quien siga mi blog, que don Valerio ha protagonizado ya algunas entradas y ha aparecido en algunas otras.

Reconozco que el grado de españolización de Juanito el chino era altísimo, su nivel de acople a nuestra cultura demostró ser enormemente intenso. Sustentando su ideario en la tradición católica occidental se llevó a un cura para darle solemnidad al acto y, de paso, para buscar la suerte divina en la difícil andadura que le esperaba después.

Con un hispanismandarín de libro, Juanito el chino, se dirigió a sus invitados:

  • Glasias amigos, pol habel venido, jijiji. Ahola don Valelio el cula, inagula el negosio y luego ustedes vel y complal. Glasias.

Estaba visiblemente nervioso, era evidente que hablar en público no era su fuerte. Ahora le tocaba el turno a don Valerio, que tiene para estas lides un piquito mucho más ágil que Juanito.

  • Primero y ante todo, deciros que soy muy honrado con la invitación que nuestro hermano Juanito me hizo para ayudarle a inaugurar este negocio – dijo como prólogo. Hoy, cuando Juanito se dispone a comenzar su actividad emprendedora, sacudiéndose la pereza inherente al ser humano, no podemos olvidar que su acto engrandece también a Plasencia y al conjunto de sus ciudadanos. Por tanto, hay que ver la acción de Juanito como un acto de generosidad – continuó don Valerio. Dice un hermoso Salmo: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz es mi sendero”; hermano Juanito, busca la lámpara y la luz siempre en la palabra de Cristo – finalizó don Valerio solemnemente mirando a Juanito el chino.

A pesar de hablar de manera clara y pausada, anoté con dificultad las palabras de don Valerio, debido a que aún no salía de mi asombro al verlo allí. Por cierto, don Valerio jamás diría lo de “el chino”, seguramente para él, esas gracias, sean auténticas estupideces. Bastante tiene él ya con su grave tarea de evangelizar este mundo tan sumamente ateo como para perder un minuto en pronunciar un apodo de Perogrullo.

Concluido el acto central, Juanito el chino nos invitó a todos a pasar al bazar para verlo y para comprar algo si esa era nuestra voluntad.

Evidentemente todo el mundo al pasar quería saludar a Juanito el chino, por lo que decidí esperar hasta que hubieran entrado todos al establecimiento, para poder charlar con él sobre su nombre y saludar a don Valerio.

Nosotros, los españoles, muchas veces frivolizamos y bromeamos con los locales chinos, pero ellos le dan una importancia capital a sus negocios y al servicio que prestan al ciudadano. Y esta idea utilicé para entablar conversación con Juanito el chino.

  • Buenas tardes, ¿es usted el dueño de este imperio? - interrogué mientras estrechaba su mano.
  • Jijijiji glacias, sí - contestó risueño.
  • ¡Impresionante, enhorabuena! Seguro que se lo han preguntado muchas veces, pero es que despierta realmente la curiosidad, ¿por qué lo de Juanito? - pregunté con tacto.
  • Glasias. Sí, mi nomble es Huai – Yi To – contestó con un sonido parecido a “Jua-ni-to”.
  • No le molesto más - concluí.

Y saludé efusivamente a don Valerio, al tiempo que me emplazó a una conversación cuando hubiera terminado de ver el bazar de Juanito el chino.

  • A la salida lo busco, don Valerio.
  • Yo estaré por aquí, no se preocupe.

No tenía pensado hacerlo, pero por petición previa de mi querida amiga y paisana Maribel Miguel, cuento a groso modo qué había en el interior de la gran superficie china.

Bien, pues sólo entrar dentro del establecimiento, se podía observar que era un local comercial de grandes dimensiones perfectamente diversificado en su producto. Estaba dividido en seis secciones claramente diferenciadas: hogar, moda, regalo, artesanía, jardín y ocio.

¿Y qué productos os enumero aquí? ¿Quién no ha estado en un bazar chino alguna vez? Todos sabemos que ahí se venden hasta piernas ortopédicas, si me apuráis. No queda cosa en el mundo que no tenga un chino en sus estanterías. El de Juanito era una babilonia de productos: cucharas, tenedores, cuchillos, vasos de todo tipo, sartenes, cacerolas, despertadores, huchas, cañas, pintura, juguetes, hules, cojines, tapetes, manteles hasta de cuero, enchufes, cables, interruptores, macetas, artesas, barreños, herramientas diversas, caretas de soldador, picos, palas, horcas metálicas y de palo (¡manda cojones!), jaulas para pájaros, jaulas para hámster, jaulas para grillos, cepillos, cogedores, mochos de fregonas… Y en la sección de moda, sin duda, el producto estelar eran las bragas. ¡¡Virgen Santísima qué bragas vende Juanito el chino!! Las tenía en unas perchas y cuando las mirabas en vertical estabas media hora recorriendo la braga con la vista, de verdad. Aquellas bragas era para ir a buscarlas en un camión, porque en el maletero de un coche no caben, sinceramente. ¡¡Dios mío querido, qué bragas había importado Juanito!! Algunos sujetadores eran también del tamaño del serón de una jaca torda, pero nada comparable al impacto visual de las bragas. Le pega a la población femenina del norte de Cáceres por adquirir las bragas en el bazar de Juanito el chino y este año no hay un solo nacimiento en toda la zona de influencia de Plasencia, vamos. ¡Bendito sea Dios, qué bragas!

Pero sin duda, el gran secreto de Juanito el chino, era la colección de películas porno que tenía a la venta. Estaban en una esquinita muy discreta de una estantería, entre los azucareros de china y unos pucheros de porcelana muy bonitos y funcionales. Si las llega a ver don Valerio yo creo que se le planta, que no le dice ni media palabra en el acto de inauguración. La verdad es que existe un gran y diverso elenco de filmes en el mundo del celuloide porno: “Larga y calentita”, “Siempre abiertas”, “Estudiantes 2”, “El ataque de las vampiras”, “Me pruebo biquinis para ti”, “¿Vienes a jugar?”, “Buscadores de machos”, etc. Como veis un amplio abanico de posibilidades para tener el apetito venéreo asegurado.

Saturado ya de tanta inauguración, decidí poner fin a mi asistencia a la misma. Y abandoné el bazar en busca de don Valerio.

Cuando salí a la calle, don Valerio, se hallaba de espaldas mirando el escaparate de un concesionario de coches. Y lo llamé:

  • Don Valerio, estoy aquí. ¿Deseaba usted algo?
  • Ah, sí. Oiga, mire, usted se dedicaba a la educación, ¿no?

Y le expliqué todo lo que escribí en el primer párrafo de la primera parte de esta entrada de blog.

  • Entonces -continuó- quiero yo proponerle algo.
  • Por usted lo que sea, don Valerio – contesté.

La propuesta que mi hizo don Valerio no fue menor, ni mucho menos. Y lo que acaeció durante la realización de la misma tampoco, pero eso queda ya para contarlo en otra entrada de blog; o para continuar contándolo en más partes de esta; o para que sean otros los que lo cuenten...

O para no contarlo jamás...




lunes, 15 de octubre de 2012

CAMINOS INESCRUTABLES II

El día de autos, llegué con mi vehículo a las inmediaciones del bazar de Juanito el chino y busqué aparcamiento a una distancia prudencial del mismo, no fuera a resultar aquello una inauguración multitudinaria. Desconocía el grado de solidaridad y respuesta de la población china con su paisano (si Juanito era chino, claro) ante este tipo de eventos. Y presentía yo que Juanito era un chino con mucha entidad, tanto para los chinos como para los españoles de Plasencia y alrededores.




Como era un poco pronto, permanecí en el interior de mi coche para tener una visión discreta pero privilegiada de cómo y en qué medida acudía la gente al importante suceso que Juanito el chino brindaba a la ciudadanía placentina y su comarca.

Comenzaron a llegar personas que se fueron colocando en torno a la entrada principal del bazar de Juanito, aunque de procedencia diversa, eran principalmente de nacionalidad china. Y algunos curiosos que pasaban por allí o estaban por la zona, llamados por la sospecha de que hubiera algún ofertón de Padre y Señor mío en el almacén, también acudieron al lugar.

Decidí situarme justo frente a la entrada principal del bazar, no quería perder prenda de lo que allí ocurriera.

Al poco rato, sentí unos toquecitos suaves pero duros en mi hombro:

  • Chacho, ¿qué se cuece aquí? ¿Quién viene? - me preguntó un operario de la construcción que trabajaba cerca del lugar y le picó la curiosidad al ver al grupo de gente cercando el bazar de Juanito el chino.
  • No viene nadie, es que Juanito el chino inaugura su tienda – contesté barriéndolo con la mirada.

Era un hombre rechoncho, ataviado con un mono verde y tenía pintas de cemento pegado desde la punta del pie hasta el cogote. El pelo lo tenía petrificado, con una raya a un lado que daba la impresión que estaba hecha con un cincel. Y las botas tenían la punta levantada y, en la derecha, tenía un agujero en la zona del dedo meñique que este se había encargado de hacer pujando desde dentro. Asomaba una protuberancia tapada por un calcetín de hilo azul oscuro también al borde ya del agujero. Habría que ver ese dedo meñique cómo era.

Protocolariamente, nadie sabía nada del acto. Todos los allí presentes iríamos descubriendo el programa de la inauguración de modo vivencial, a saco y sin pomada.

De repente un murmullo corrió como la pólvora entre los presentes y la gente nos empezamos a acomodar en nuestros espacios. Todo estaba listo para que la puerta principal se abriera y Juanito el chino saliera a realizar el acto preciso de inauguración de su bazar.

Los escaparates estaban cubiertos por manteles de papel blanco pegados con celofán, con lo cual por ahí no podíamos ver nada. Devorados por la curiosidad estirábamos el cuello para intentar ver quién estaba tras los cristales de la puerta principal, pero al estar las luces interiores apagadas dificultaba la visión desde el exterior. Momentos después se podían vislumbrar varias siluetas humanas de espaldas y próximas a la -para ellos- salida del almacén.

De repente, las puertas se corrieron mecánicamente y salieron cuatro personas. Dos chicos y dos chicas, jóvenes. Eran los empleados del bazar de Juanito el chino. Y se colocaron de manera mixta (chico – chica) en columna de a dos y a modo de centinelas a cada lado flanqueando la entrada principal, mirándonos de frente en silencio a todos los asistentes.

Y las puertas volvieron a cerrarse a sus espaldas.

Se produjo un silencio sepulcral y, acto seguido, un galimatías de convesaciones cruzadas entre los asistentes. Dentro del desorden verbal, pude llegar a escuchar que una chica era china y la otra española; y de los chicos, que uno era chino y el otro magrebí. Y efectivamente, mirándolos un instante, se podía estar de acuerdo con esas inferencias. La verdad es que Juanito el chino debía de ser un hombre sorprendente, con un olfato muy agudo para los negocios y las finanzas, porque fijaos qué plantilla laboral se había buscado: multirracial, integrada e integradora, multicultural e intercontinental. Pienso yo que esto dotaría al bazar de una proyección que iría bastante más allá de los límites de la Alta Extremadura.

Deduje que Juanito el chino estaba hecho todo un pillín, porque logró que nuestra curiosidad aumentara hasta límites atlánticos. El personaje manejaba con maestría el hecho de crear misterio y tardar en resolverlo, algo que hace que los seres humanos lleguen a concomerse rozando incluso la ansiedad.

Ahora ya sí, al fin había llegado el momento de poner rostro a Juanito el chino. Todo estaba ya preparado y las puertas a punto de abrirse de nuevo... Y esta vez prometía ser la buena, la definitiva…

martes, 9 de octubre de 2012

CAMINOS INESCRUTABLES I

No recuerdo si he contado aquí, en mi blog, a qué me dedico profesionalmente. Trabajo en el sector público, concretamente en el de la Educación. Soy Educador Social en un instituto de Educación Secundaria de Extremadura, y ejerzo mi labor en el Departamento de Orientación del Centro, con una multiplicidad de funciones relacionadas con la prevención, la intervención socioeducativa, la atención psicosocial y la orientación escolar. Mi acción profesional no sólo se focaliza hacia el alumnado, sino que también está dirigida a las familias y al entorno. Dicho a un nivel técnico aplico un modelo de intervención ecosistémico, sujeto a pautas educativas perfectamente organizadas y sistematizadas.

Cuando leo, tengo por costumbre hacerlo con el mayor silencio posible. Sin embargo, a veces nuestras rutinas se interrumpen por olvidos momentáneos y esto nos puede abrir caminos o vivencias que de otro modo jamás se hubieran producido.

Embelesado con mi novela, me recosté en el diván de mi despacho con la intención de leer largo rato. Cuando ya estaba acomodado me percaté de que no había apagado la radio, con la rabia que da cuando te ocurre eso. Y dejé posar el libro sobre mi pecho, mientras escuchaba la publicidad que en ese momento emitían en la cadena SER de Plasencia.

  • No puedes perdértelooooooo, nueva aperturaaaaa del bazar de Juanito el chinooooo... Acércate y verásssss... Todo tipo de artículos a precios increíblessss... Juanitoooo... el chinooooo... El viernes, cinco de octubre, a las siete de la tarde, acto de inauguración.... Te esperamos... Avenida Martín Palomino, veintiunoooo... Plaaasenciaaaaa...

Tras el anuncio me levanté y apagué la radio, volví a reclinarme sobre el diván y abrí mi novela por la página correspondiente. Después de un periodo de tiempo considerable empecé a advertir que no me estaba enterando de nada de lo que leía, porque mi cabeza estaba en la apertura del bazar de Juanito el chino, y no en las páginas que tenía entre mis manos.

Durante varios minutos tuve una lucha interna de intensidad notable conmigo mismo, en términos freudianos diría que mi perro de arriba y mi perro de abajo se ladraron y se pelearon durante un tiempo. Sí, sí, lo reconozco, estaba no ya sólo tentado, sino barajando de lleno la posibilidad de asistir a la inauguración del mencionado bazar. Quería yo ver qué chino se llamaba Juanito y por qué tenía tanto predicamento en Plasencia.

Con la decisión de carácter irreversible ya tomada, ideé una estrategia de ocultación. Ya me diréis a quién le contaba yo el tremendo planazo de viernes tarde que me había montado sin que pensaran que me faltaba un tornillo. Vamos, le cuento yo a mi círculo de amistades que voy a emplear la tarde del viernes en asistir a la inauguración de un bazar chino y lo menos que pueden llegar a pensar es que me he pegado un coscorrón en la cabeza. Pero el hecho era ya imparable, incluso para mí hasta emocionante. Con toda seguridad asistiría a la apertura del bazar de Juanito el chino. Desde ese mismo momento empecé a dejar desierta mi agenda para la tarde del viernes, cinco de octubre.

El acontecimiento me produjo una psicoactividad inusual, que devino en una aceleración vital. Dejé todo y decidí salir de paseo para evadir mi atención en otros asuntos de mayor enjundia, o más banales pero con la suficiente capacidad evasora.

La verdad es que parece una chorrada, pero no cualquiera ha asistido a lo largo de su vida a la inauguración de un bazar chino. Y más si el chino se llama Juanito.

Sonó el teléfono.

  • ¿Sí?
  • Oye, soy yo, Jorge. Es para decirte que el viernes por la tarde, si no llueve, líbrenos Dios, podemos ir a por las ciruelas.
  • ¿El viernes? Noooooooooo, bajo ningún concepto.
  • ¿Por qué? El viernes es un buen día.
  • No puedo, estoy ocupado.
  • ¡Bueno, seguro! ¿Qué coños tienes que hacer?
  • Una cosa.
  • ¡Jajajaja, ay Pajarraco! ¿Qué cosa?
  • Ná, una.
  • Vamos, que no me lo vas a decir, ¿verdad?
  • Es una bobada.
  • Bueno, pues hala, déjalo. La semana que viene te llamo, ¿vale? Venga, un saludo campeón.
  • Venga Jorge, un saludo. Seguimos en contacto.

No me daba la gana de que nadie me chafara mi asistencia al evento. Y este fue un primer embate bastante potente. Se sucedieron algunos más, pero resistí como un auténtico héroe. Lo peor de todo es que con esta entrada se están enterando de la verdad de aquella tarde de viernes, y soy consciente de que mi reputación va a quedar seriamente dañada.