miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA CERTEZA DEL OTOÑO

I

El otoño es como tu tristeza.
Nada.
El otoño modifica el alma de la naturaleza, así como tu tristeza transforma y limita el alma de mi vida, lo abstracto de mi existir.
El otoño es un artista que nos regala un lienzo natural con una diversidad múltiple de amarillopastelmarrón, tu tristeza es un ladrón en blanco y negro que roba mi sonrisa, que ahuyenta mi felicidad, que matiza mi ánimo.


El otoño es un mago con chistera de colores que nos crea la falsa ilusión de campos bellamente engalanados, preparados para la conquista; pero que en realidad pretende desnudarlos, prepararlos para robarles dolorosamente su traje de gala. Tu tristeza me despoja de mis capas, me hace un guiño de complicidad y me cuenta el delicioso y dulce secreto de que yo soy su asesino.


El otoño es un caballero con sombrero de copa gris marengo, de capa azul oscura, es el chófer que saca a pasear mis emociones y luego me impone una tasa que no puedo asumir. Tu tristeza es el deslizadero de mi cercanía, se deja resbalar mi sentimiento por ella a velocidad notable y explota en tu ser con mi compañía incondicional.



II

Tú eres lo más bello del otoño.
Todo.
El otoño es el bastión de las estaciones, mercenario que entra en guerra con la belleza que él mismo crea. Tu tristeza es un kamikaze que choca violentamente contra mi alegría y queda moribunda y sangrante en un suelo húmedo.
El otoño demuda el color de las hojas de los árboles, disfraza la naturaleza, miente como nadie y apenas ríe. Tu tristeza es sumisa con la mezcolanza de colores que le crea mi mirada; tu tristeza se proyecta caquéctica como la naturaleza que el otoño ultraja,  como la composición del universo que el otoño envejece velozmente a su antojo.



El otoño es una guerra de ramas erguidas y hojas caídas, de troncos y palos ensoberbecidos y de vestidos de vegetales humildes, modestos, sencillos, pobres… haraposos. Tu tristeza es una lanzadera de pensamiento plúmbeo que se posa sobre mis hombros  y echa a tierra todos mis muros y edificios.



El otoño es una poesía clásica, de sentimiento profundo y de lectura compleja; el otoño es una canción precisa de un tiempo concreto. Tu tristeza son las huellas de mi mano acariciando tu corazón, el timbre armónico de mi voz lanzándote un te quiero. Tu tristeza es un pasado que jamás volverá.
III
Yo soy una hoja caída del otoño de tu vida.
Algo.
El otoño es el reclamo avariento y precipitado de una ausencia que se muere de pena, es un paseo inconstante por el vasto desierto de tus planicies interiores. Tu tristeza es una fuerza de pasión vehemente, una llama abrasadora que quema mi mirada, que calcina mi atención.
El otoño es la mirada plural de una masa con tantos pareceres como tonos percibe; es la sonrisa y la lágrima, el cielo y el averno, tu mirada y mi ceguera... Tu tristeza es un gato sin dueño que pide ser querido, es un fado de voz anónima que se escucha de lejos en un amanecer, es olor a tierra mojada.


El otoño es un cuadro titulado “Permanezco esperándote”, aún a sabiendas  de que el otoño no espera a nadie. Y otra vez el otoño vuelve a ser como tu tristeza: un precipio que me arroja al abismo oscuro de un frío y lúgubre invierno.


El otoño manifiesta los colores de tu vida: plateados resplandores cobijando oxidados interiores, bellos pero caducos. Tu tristeza es como un inmenso mar negro de profundidad grande, insondable, imponente, tal vez peligroso...
El otoño es la fuerza que hace caer la hoja.


Ningún otoño será lo suficientemente fuerte para caerte de mí.
Noviembre me mira de frente y... expira.
No debes morir como una hoja caída entre el agua y el barro.


martes, 20 de noviembre de 2012

RECUERDOS PEINADOS POR EL VIENTO y II

Un nuevo amanecer de esperanza me saludó temprano, con un sol que dudaba si seguir oculto tras las nubes o salir. Fue un amanecer con un color especial, con vapores de agua y rayos de luz que jugaban a ganarse. Y le conferían al mar una superficie de escamas plateadas, agentes naturales que engalanaban el día de tu conquista.

Deseaba llegar pronto junto a ti y, en el trayecto de mi casa a la bahía, aceleré mis pasos, achiqué las distancias, redondeé los ángulos de las esquinas y le gané al aire.

La esperanza es un requisito imprescindible para la supervivencia humana, por eso desde mi roca habitual miré un horizonte que me presentara como posible lo que tanto anhelaba: Tú.


Paseabas por el mar curvando con tus pies descalzos los límites irregulares que las olas dibujaban babeando sobre la arena. Estabas preciosa y tu vestido blanco te elevaba a la condición de divina, creo que nunca antes había contemplado algo tan bello.

Al final de tu camino, te pusiste en equilibrio sobre la punta de tu pie derecho e hiciste cuatro giros sobre tu propio eje, dejando en el aire varias tiras de tu piel que el viento se encargó de traer hasta mi corazón.

De repente, detuviste tu marcha y te quedaste mirando fijamente al suelo. Te agachaste y escribiste algo en la arena con la punta de un objeto punzante. Y retornaste a tu lugar habitual, en tu roca preferida, a los pies del Peine del Viento.

Tenía prisa por llegar allí y ver qué habías escrito, presentía que aquello dejaría en mí un poso, me habilitaría para entender mejor tus estados anímicos. Empezaba a sentir la rara sensación del encuentro con la extraña; con esa persona que jamás has visto, pero notas en el aire una sucesión de fuerzas ocultas que empujan a ambos a la coincidencia, es como el dibujo invisible de la pasión.



Sólo leer el mensaje, llegó una ola y lo borró. Parecía como si el mar hubiera empezado a ser mi cómplice, no permitiendo que nadie más leyera un mensaje cuyo dueño era yo y solamente yo.

Y sin imaginar conversaciones, sin ensayar posturas, sin dibujar gestos me planté frente a ti y me quedé mirándote en silencio. Noté que hacía rato habías dejado de leer, pero no apartabas la vista de tu libro. Y sin mirarme, al fin, dijiste:

- Hace tiempo que me miras, ¿por qué?
- Veo en ti un misterio que me encantaría descubrir.
- ¿Qué te gusta?
- Me encanta tu forma de caminar cuando te veo de espaldas, la disposición de tus pies es realmente preciosa.
- Vaya, me sorprende que te fijes en eso.
- Claro, presto atención a tus cimientos. De ahí para arriba te construyes.
- Pues mi vida ahora mira a vista de gusano, estoy de vuelo raso.

No quería seguir, pero tampoco me quería marchar, lo último que deseaba era alejarme de ella en aquel momento.

Sin embargo, la precisión de mis mensajes debería rayar la perfección para no hacerle daño, ya que no me podía permitir aprovecharme de su debilidad emocional. Cuando luchas contigo mismo en el lodo lo fácil es debilitarse, rendirse y hundirse. La derrota es también una opción personal, además bastante fácil de escoger en determinados momentos de nuestras vidas.

Paseamos juntos por la playa y durante largo rato sólo habló el mar, hasta que decidí arriesgarme y ayudarte a recuperar tu confianza básica, ayudarte a reconstruir.

- Me topé con muchas personas cuya vida había sido arruinada alguna vez, algunos aprendieron a habitar en esas ruinas. Lo que es imperdonable e irreversible es imponer a nadie una segunda destrucción... la que ese alguien puede llegar a imponerse a sí mismo.
- Es un razonamiento convincente, sí.
-Veo menoscabada tu realidad física y tu circunstancia, sí, pero yo creo en ti porque percibo que tu realidad íntima es invulnerable. Eso y yo somos motivos suficientes para estirar las alas y dar posibilidad nuevamente al vuelo.
- Tú eres una razón también convincente, pero no sé cómo te voy a tener, o si te tendré, o si te tengo ya… Tengo una seguridad aplastante de que tú eres el hombre de mi vida.
- En ese caso, lucha contra tu propia alma y contén dentro de sus fronteras la verdad.

Y retornamos al silencio mientras paseábamos agarrados de la mano dejando nuestras huellas en la arena de una playa que había sido invadida por la oscuridad de la noche.

Las luces del horizonte llegarían un día hasta la orilla para iluminar nuestra oscuridad, para alumbrar nuestra vida... común.


Enseguida había entendido que todos los protagonistas de tu vida eran . En ello me pondría, dejaría de ser yo y me convertiría en ese

Y la hora bruja sería la hora que nos permitiera estar juntos todos los días.¿Qué más da el número? ¿Qué importa el tiempo? Lo importante es sentir esa especie de sensación que parece una brujería... la brujería del amor.

La novela de tu vida tendría una interpretación perfecta.





miércoles, 14 de noviembre de 2012

RECUERDOS PEINADOS POR EL VIENTO I

El Cantábrico traía aires de nostalgia, aroma de penas enviadas por marineros que faenaban lejos de todo cuanto amaban. A los pies del Peine del Viento, en la bahía de la Concha, leías concentrada una novela que pensabas que era la historia de tu vida. De vez en cuando ponías tu dedo índice sobre una línea y levantabas tu mirada hacia un horizonte que obraba el milagro de juntar el mar y el cielo.


 

Cada tarde, tratando de que no me descubrieras, me colocaba en lo alto de las rocas en donde se incrustaban las esculturas. Rocas lloradas por azotes de olas de mar, que explotaban con violencia buscando la conquista de la tierra.



Tus cabellos bailaban una danza alocada impuesta por  la música del viento, un ritmo impetuoso y fuerte que simbolizaba la rabia de la huida, tal vez del olvido. Tu mirada delataba un pensamiento quizá atropellado por un violento recuerdo. De ojos vidriosos zumbados por una actividad mental forzosamente impuesta, libremente aceptada para mantenerse con vida.
Como la voz potente pero lastimada de Paula Oliveira me sentía viéndote en la distancia, pero aún no me convenía una aproximación. Necesitaba descubrir algunos aspectos más de ti, que el silencio y la paciencia me irían contando.


Mientras permanecía en mis abstracciones, el viento movió el cuello de tu camisa y te recordó que estabas en el mundo. 


El mar tiene tanta fuerza y tanto poder que nos puede enajenar, extrae de nosotros todo y nada. Yo deseaba que el mar fuera mi aliado.




Y de nuevo abriste tu libro para alternar lectura con meditación. Iniciaste un capítulo de la novela titulado “Un día me amaste”. 


Y los límites de tu cuerpo dejaban ver el contorno de una figura de mujer triste, diría incluso que vacía. Un ligero movimiento de tus labios tiró al mar un lamento que se ahogó casi inmediatamente. Y yo a tu espalda seguía aumentando mi deseo de no sé qué. Lance un beso por si el aire lo llevaba a tu cara, pero te pasó rozando y murió también ahogado en el mar, como tu lamento. No obstante, ya tenía ese mar que todo lo quiere algo común a los dos: tu lamento y mi beso. Tenía la fe de que para ir forjando una historia común era un principio realmente mágico.

Intentabas desentrañarte, pero tu pensamiento quedaba diluido una y otra vez en agua blanca. Este hecho arruinaba tu esperanza y te derribaba un poco más.

 


Sobre una percepción debía construir mi realidad junto a ti, pero amar es arriesgar, así como intentar amar es intentar dibujar situaciones de vida.
Dejaste tu novela en el muro de uno de los rompientes del mar y bajaste a caminar sobre la arena, necesitabas el roce delicado del agua de una ola desvanecida. A veces, la derrota necesita la suave caricia de la derrota. Y yo aproveché para acercarme a mirar tu libro. Era una obra con una portada en tonos grises difuminados, donde se podía leer: Autor: Tú. Título: La hora bruja. Solté el libro y me alejé veloz del lugar, no quería ser sorprendido en un acto que, a priori, podría parecer deshonesto.
Autor: Tú. Título: La hora bruja. Venía una y otra vez a mi mente la portada del libro, me llamaba mucho la atención el título, sí; pero mucho más el autor. Ese , ¿quién sería?
Y decidí marchar a casa, no me apetecía seguir creando laberintos en mi cabeza aquella tarde.
Pensé y pensé y todos mis pensamientos se encontraban en perpendicular. Detrás de una ventana llorosa con lágrimas de lluvia me buscaba a mí para luego encontrarte a ti. Y mis pensamientos tornaron de encontrarse en perpendicular a ser amputados por secantes.



Mañana sería un buen día, me aproximaría a ti para mostrarme. Y también para indagar.

martes, 6 de noviembre de 2012

CERTEZA Y DUDA

Las avenidas de la duda son demasiado estrechas, apenas cabe un pensamiento que me lleve a la certeza. Tu lejanía es mi certeza, porque no veo tu sonrisa reflejada en el espejo de mis lágrimas. Te busco entre la multitud, pero esta vez la niebla es mi certeza, es una realidad que difumina las líneas de colores de tu existencia. Caminos y caminos; caminos que no se andan, caminos que te pierden, caminos que no te encuentran, caminos que te cansan... Certeza de piedra en el camino.

Y te pienso. Y te imagino para respirar. Y esta vez la certeza es un recuerdo que me hiere ligeramente. Tu sonrisa araña mi alma, y con los mismos alfileres que ayer tejía el amor, hoy hace hendiduras que me provocan zumbidos trémulos en el corazón. Ahora la certeza es la compasión, la pena profunda de una mujer que un día vivió de otras miradas.




Te busco en un foco de luz, porque te siento sol. Sol que me calienta, sol que me quema, Astro Rey que no mide las distancias. ¿Mi certeza? Tus rayos propagándose como hilos de amor por todo mi ser. Mi dolor es tu dolor, mi duda es tu certeza. La realidad es una capa de asfalto que pavimenta y reviste de forma impermeable tus fronteras. Y la certeza es una patria de muros y tejados. La certeza eres tú. La duda soy yo.




Una verdad tangible se esconde debajo de una piedra, no existe para nadie. Dos ilusiones y un sueño saltan varias veces de tu mente, y al último salto caen en un pozo negro, sin salida. La certeza es la humedad, la sonrisa mojada de alguien que para buscar aliento se ahoga. ¿Te vienes? Te espero. ¿Escapas? Te huyo. Y la certeza aparece en la duda de un camino enmarañado. La certeza es la duda. La certeza es confusa, está enredada, es poesía...




Reflejo de luna llena en una taza de café, blanco que puede al negro. La fuerza del amor que siempre gana. Mi certeza es la plenitud de tu sonrisa, una mirada incidental que transforma mi gesto. Sombras de águila que rastrean en la distancia los escombros de lo que un día fuiste. Mi certeza es tu recuerdo. Tu certeza es saber que no fui un sueño.




Agua de lago que muestra su quietud y enseña tu interior, vientos que todo lo borran, océanos inmensos en los que no cabe nada... sólo reflejos. Y ahora mi certeza es el reflejo de tu sonrisa en el cristal de Prusia de mis ojos. Y mi duda es una palabra lanzada por tus labios dibujando un corazón. Y la certeza de los océanos son los lodos de su profundidad.

A ratos eres agua y a ratos eres arena. Agua insensible que borra las huellas de la arena; arena débil que se deja invadir una y otra vez por los tentáculos incorpóreos del agua. ¿Mi certeza? Una caricia fresca en mi corazón granulado que me recuerda la frialdad de un camino infinito que jamás llega a ti. ¿Tu duda? Tal vez la fuerza del agua, tal vez la debilidad de la arena… tal vez tu mirada arenosa formada en la superficie del agua como un espejo. Tu duda es tu duda.




El eco de un quejido lastimoso cuelga de un aire que no respiro, rompe los tímpanos del tiempo y provoca una tormenta de aflicción. Mi certeza es roca madre decorada con plomo líquido: muy lento y ardiente. Tu duda es el curso de un río cuyas aguas se han evaporado, han desaparecido sin ser notadas. Mi certeza es muy intensa, es profunda.

Mi certeza es una mirada diagonal que me muestra tu interior.

Mi duda es mi existencia.

De ti no sé nada.