viernes, 30 de septiembre de 2011

MHA

I

El viento acariciaba su rostro con un soplo fresco permanente, casi enamorado; movía sus cabellos con un ritmo regular dejándolos suspendidos en el aire, parecía un baile de pétalos de flores. Las nubes formaban halos que rodeaban su cabeza y le conferían un aspecto de divinidad. Sonreía en el presente mientras sonaban las canciones que un día serían de su pasado.

Macetas de plantas blancas, de calas níveas que rompían la fiereza de la oscuridad para iluminar a una hamadríade hurdana. Terraza de verano que congelaba una sonrisa abierta y la hacía leyenda; armonía perfecta con una preciosa melodía que sonaba a la hora bruja. Acordes de su vida que iniciaban la conformación de su historia personal y que jamás olvidaría.

Joven hermosa, nereida cargada de luz, irradiando claridad se hacía tan bella que educaba las miradas masculinas en sensibilidad. Muchacha de verbo fácil, de sonrisa sincera, amable, ecuánime; de actitud presta y diligente. Nacida de la tierra madre de Nuñomoral quedó configurada como mujer enérgica, sana, vital; de piel cíngara arrancada de la entraña de la Índia. Y en su mente multiplicidad de culturas fusionadas bajo el lenguaje del amor y la concordia.

Para un día ser feliz, cuando ya estuviera en otros mundos, decidió dedicarse a cultivar su alma. La llenó de peculiares semillas que ella misma extraía de su corazón: ternura, humanidad, afectos, amor… Y con ese jardín interior logró una sintonía perfecta con la mentalidad de todos quienes la rodeaban.

II

Aires de mar envuelven a la mujer de blanco, acantilados que se abren para ella y le brindan sus asientos rocosos para entrar en sus pensamientos. Sobre las espaldas del mediterráneo se dibuja un futuro azul marino, con subidas de ola que la elevan para ver Barcelona y saludarla. La ciudad reposa a sus espaldas, recostada sobre el Tibidabo, un indret màgic i emblemàtic de la ciutat de Barcelona, y la espera paciente, en silencio, a media sonrisa... Tal vez quieren crecer juntos.

Quería vivir deseando lo que deseó de niña y llorando por lo que lloró entonces, pero no se lo contó a nadie para no romper su pureza. Amarró su pasado y se aseguró su futuro.

Y Barcelona acoge, descubre, hace suya a una mujer geométrica, segura, espiritual; una mujer que irradia una refrescante corriente de fuerza y felicidad que arrastra a todo el mundo sin poder evitarlo. Cambian algunos aires catalanes, se enriquecen, suman, se multiplican, acarician la superficie del mar y navegan abriendo mundos diversos.

Y cuando haya causas que hagan que la ciudad se le clave, ojalá piense que existe otro lugar en el mundo donde dejó un vestigio de su vida, una huella indeleble; un espacio donde su existencia comenzó a fluir y ayudó a construir lo que hoy es... lo que aquí se acaba de definir.

jueves, 8 de septiembre de 2011

TE DEJARÉ DE SONREIR

Aún sabiendo que quizás nunca lo podría devolver, pedí un préstamo de ilusión al banco de la esperanza. Tras un estudio exhaustivo, el crédito, me fue concedido, pero a un interés altísimo. Tuve que hipotecar para ello mi propia vida.



Quería invertir mi nuevo caudal en ti, pero tú te habías dedicado a buscar razones por las que no amar. Razones poderosas guiadas por la fuerza de la lógica, ignorando que el amor posee una fuerza inmensamente superior a cualquier lógica de vida. El amor nos empuja, nos arrastra, nos sobrepasa… se nos clava. Y si no vence, nos mata. Tú, obcecada por tu punto de vista único, no veías el peligro y seguías flirteando con la muerte.



Sentado en los rincones de mis momentos tristes buscaba los porqués de tus caprichos, que siempre eran contrarios a lo que realmente sentías. Me preguntaba si sabías que mis sonrisas no eran signos de alegría personal, sino regalos cargados de amor que te hacía con todas mis miradas; sonrisas que se dibujaban en un rostro que te amaba profundamente. Pero tú me mostrabas actitudes que se encargaban de recordarme que mi chispa ya no podía prenderse, que mi fuego debía permanecer apagado ya para siempre. Y yo de nuevo volvía a sentir que todos los trenes de mi vida habían pasado ya, que tan solo quedaba mi vagón, que era en el que yo viajaba y del cual no me podía apear. Un vagón lúgubre que ya sin ti tenía destino a ninguna parte, tal vez a una fosa donde aparcar y hacer una parada ya eterna.



Para ti deseo lo mejor, porque aún fuera de mí te seguiré amando siempre. Sin embargo, también quiero decirte que ahora descubrirás que detrás de mí no había ningún paraíso, que no todo era mejor, que es difícil encontrar a alguien que te quiera como yo, que la vida tiene dosis altas de amargura, que la felicidad no está en donde la buscamos, que las sonrisas no son tan fáciles de conseguir, que los abrazos tienen olores especiales muchas veces aderezados por la traición, que no todas las miradas son transparentes… y que allá, donde el aire da la vuelta, volverás a encontrar la nostalgia de mis aromas, pero para entonces yo ya no estaré.



Hoy ya, desde los restos de mi naufragio, desde mi paso apenado por este invento de la vida, prometo no volver a enamorarme, no sacar más mi vista de mi ombligo. Ocuparé mis noches en repasar mi vida y dejar como legado el manual de los errores evitables, como tratado para que nadie pierda a quien ama.



El ritmo irregular de la lluvia me recuerda a ti, pero prometo no regresar de mi muerte. No quiero volver a hacer daño a nadie y menos por amor.



Día a día me iré dejando morir.