martes, 19 de julio de 2011

UN PEDAZO DE MI VIDA

Todo el mundo desbordaba felicidad, alegría; parecía como si fuera a ser una noche especial, diferente, cargada de sorpresas, de enigmas que poco a poco se irían desentrañando. Nuñomoral veneraba a su patrón, un santo muy milagroso llamado Blas.

Comenzó el cielo a vestirse con traje negro oscuro decorado con relámpagos finitos de blanco solar, motivos fugaces que mezclaban el misterio, el terror, la incertidumbre, la esperanza, el ruido, las caídas, las sonrisas, las lágrimas, las fiestas y las penas. En fin, en definitiva, los destinos de los seres humanos, los futuros no escritos, el devenir que la fuerza de la vida impone individualmente a cada uno.

Los fuegos de artificio querían competir en singularidad y belleza con un mundo cada vez más engreído. Un mundo que tenía un cielo… o un cielo que albergaba un mundo. Una de dos. Y yo iniciando el camino de mi vida en un pueblecito que aún vivía ajeno a las prisas, al alboroto y a las discordias.

Cuando tienes cinco añitos no entiendes las lógicas estúpidas de los adultos, piensas que sus cosas jamás formarán parte del mundo que un día tú vivirás.

Aterrado por los truenos y por las explosiones de los cohetes me refugié en la carnicería del pueblo. Abrí una cortina de tiras metálicas, entré con mi rostro mojado en un habitáculo donde varios adultos voceaban e intercambiaban palabras, pero no llegaban a comunicarse. Hacían transacciones comerciales, contraponían intereses, se negaban, asentían, adquirían mercancía, no reparaban en un niño muerto de miedo que miraba la vida tras una cortina. Bueno, nada especial, simplemente cosas de adultos, ¿no?

Dentro, por su indiferencia y su lejanía, me sentía extraño a ellos, distante, de otra condición. Miré la calle tenebrosa a través de las cortinas y comprobé que a lo largo de mi vida viviría muchas explosiones, tendría muchos miedos, recibiría muchas indiferencias y formaría parte de un mundo que en poco mejoraría al que hoy me estaban construyendo esos adultos que no mitigaban mi miedo. Aquella noche ausente de color, de contraste entre blanco y negro, de lunas rotas, de soles apagados, de Dioses escondidos, de estrellas sin luz, de ángeles sin gloria; aquella noche, decía, descubrí yo que las realidades de los adultos y las de los niños son un choque entre dos mundos, igual que una tragedia.


martes, 12 de julio de 2011

DONDE QUIERA QUE ESTÉS

Te pedí tantas veces con mi mirada que te quedaras, que permanecieras a mi lado, que ya no podía más. Te necesitaba tanto que sólo te lo podía transmitir con miradas y silencios, con ojos que suplicaban que me quisieras. Necesitaba que vieras mi angustia, que me aliviaras, que no me dejaras solo cuando tenía la necesidad imperiosa de estar lleno de ti, de tenerte junto a mí. Pero todo mi mundo se derrumbó como un castillo de naipes cuando descubrí que era mentira que hay ocasiones en que las palabras sobran. Las palabras solo sobran cuando se ama de verdad, cuando se quiere a alguien mirándolo de frente y quedándote completamente embriagado de él, prendado de él, escondido bajo su piel.

Palabras no emitidas que jamás percibiste, felicidades que tú buscabas en otros lugares lejos de mí, en corazones que no eran el mío. Ahogado en lágrimas manchadas de soledad, mi pecho reventaba de angustia y mis ojos inundados te veían cada día en lugares más remotos. Miraba al cielo buscando la compasión de un Dios tan ausente como tú. Mi dolor era tan grande que por momentos creía enloquecer. Un movimiento interior rompía mi pecho con tal virulencia que llegaba a separar mi consciencia de mi cuerpo.

Una caricia en un momento preciso, una mirada de comprensión y apoyo, un te quiero, una sonrisa cómplice, un gesto de amor en clave… Todo ese mar de cosas necesitaba, pero las necesitaba de ti. Igual que te arropé cuando era fuerte, también te busqué desde la debilidad de mi soledad, de mi tierra no habitada. Todavía aumentaste más la distancia.

Fatigado, apagado, casi ya marchito, envuelto en pena y nadando con los brazos rotos en el lodo, mi vida se debilitaba y quedaba al borde del precipicio de un vacío inmenso, sin fondo. En mis ojos no amainaba la tempestad.

La vida es tozuda y nos impone su realidad, una realidad que en esta ocasión era idéntica a tu deseo. Hay realidades que matan, pero hay que saberlas tragar y digerir. Aunque el dolor me quede para siempre, espero poder dejar pronto tras de mí este terrible sufrimiento.

Reconozco que daría lo que fuera por volverte a ver, decirte a media voz que te amo profundamente, pero que tú también me ames. No te llevaste una parte de mi corazón, te lo llevaste entero. Después de ti sólo quedaba un negro abismo, una caverna horrible e inhabitada. Y lo peor de todo, después de ti, la insensibilidad se apoderó de mí. Era tal el amor que te tenía, que seré incapaz de volver a amar a otra mujer.

Y es que, después de ti, ya solo estaba yo… y también estaba yo solo.

sábado, 2 de julio de 2011

SOMOS MUNDOS

Hay que saber aproximarse al ser humano para saber realmente cómo es, para conocer su verdadera condición. Se dice que cada persona es un mundo y, como tal, no podemos olvidar que hay mundos reales, mundos imaginarios, mundos catastróficos, mundos alegres, divertidos, felices. También existen mundos fantásticos llenos de hogueras y enamorados envueltos en mantas. Mundos hijos de puta, mundos de gloria, de banalidades, mundos que albergan lastre y miseria y mundos que ocultan esquinas oscuras con misterios truculentos. Algunos otros mundos no encuentran su lugar en el mundo.

Y dentro de cada uno de los mundos que representan a cada ser humano, comprobamos que hay otros mundos o, si se quiere, submundos. Podemos encontrarnos con submundos agradables, apetecibles y bondadosos que pertenecen a mundos insufribles y crueles; también nos topamos con submundos sangrientos, duros y violentos que forman parte de mundos claros y patentes, de gustos y placeres vehementes y de tranquilidades y quietudes mezcladas con palomas de paz con ramitas en sus picos. Otros submundos hay que son tranquilos, sosegados, llenos de luz y felicidad, pero son parte de mundos desapacibles, turbados y llenos de pasiones bajas.

Sin embargo, las personas con sus mundos y sus submundos, siempre se sienten parte del mundo al que no pertenecen. Y también creen hallarse en los submundos en los que verdaderamente no están.

Y siendo cada persona un mundo no entiendo por qué coños hay más mundos que personas.

Alguna gente lucha por su mundo y por el mundo de la persona que ama; otros luchan por sí mismos, es lo que les queda en el mundo, en su mundo. No obstante, a los mundos no les gusta ser luchados, de verdad. A las personas sí, les encanta que se batalle por ellas, que su conquista sea dura, cruenta, a muerte… que sean invadidas si hace falta, pero dejando víctimas. El mundo es más sano que las personas que lo habitan.

Por eso, invito a todo el mundo a que no busque su lugar en el mundo, sino más bien ha de buscar su mundo. Puede estar más o menos oculto, pero todo el mundo tiene un mundo.

No sé si con el calor que asola mi mundo estoy empezando a delirar o qué, por eso voy a ir finiquitando esta entrada, no sea que quede fuera del mundo. O puede que me pase a otro mundo disparatado e imprudente, un mundo en donde yo haya perdido la razón.

El mundo está loco… o yo. Oye, realmente no lo sé. Prometo que si encuentro un mundo de cordura enmendaré esta entrada.

Mundo, se os quiere.