miércoles, 16 de noviembre de 2016

LA FLOR SIN PÉTALOS

Es cierto, la vida es un espacio o un lugar donde hay que tener mucho cuidado y tal. Todo se aguanta y todo pasa, pero a mí me gusta más hacerme fuerte contigo a mi lado, no quiero batallitas de héroes, ni hazañas épicas donde conquisto todo menos a ti. Ya sabes, porque te quiero y tal. Sí, sí, te amo, eres mi vida y todo eso. En serio.

Me resulta bonito pensar en ti, en nuestra historia. No sé, me agrada recordar nuestros bailes matinales pegados, con el deseo enredándose en nuestros rostros, con nuestras profundidades cubiertas por nosotros mismos locos de amor. Me resulta realmente apasionante recordar el calor matizado de tu cuerpo, el brillo de tu piel iluminando el azul de mis ojos, tu mirada de fondo distante arañándome las entrañas… No sé cómo decirte, ¿sabes? Bueno, tal vez me entiendas. Vete tú a saber.




Ya, ya lo sé, por otro lado estás tú y tus pareceres, pero yo estoy a lo mío, como todos, creo yo. ¿Qué dices? ¿Qué tu nube negra no te deja recordar? Vamos, de verdad, ¿qué locura es esa que me planteas? Sabes de sobra que las borrascas pasan, pero el sol queda. No por estar oculto tras las nubes deja de existir el Astro Rey, al fin y al cabo a todos nos gusta escondernos en algunas ocasiones, no va a ser menos esta gran estrella luminosa. Mírame a los ojos y dime que no recuerdas cuando estrenabas un vestido pensando en cómo te vería yo (viene a mi memoria ahora aquel blanco y negro, ¡madre mía, estabas preciosa!), en cómo saboreabas las comidas que hacía para ti con amor, en cómo me traías ilusionada los donuts más deliciosos del mundo. Venga, de verdad, atrévete, no desvíes mi atención jugando con tus manos, sabes que me vuelven loco. Mírame y dime, aunque esa mirada tuya sean dos dardos que se clavan en el centro de mis pupilas y puntúan el doble para ti; pero mírame, por favor, y dime que ya has olvidado tus largas siestas en mi hombro mientras yo conducía hacia un infinito eterno para los dos, que ya olvidaste mis caricias y mis lágrimas, mis emociones piel a piel, mis ansias negras en tus ausencias, mis miedos infundados, mi cobardía para llenarte plenamente… que ya olvidaste todo, quizá hasta mi nombre.




Maldita sea, hoy no soy capaz de desentrañar tu mirada diagonal, me hace demasiados requiebros y me resulta dificultoso penetrar en sus rincones recónditos. Pero no me voy a callar por eso, si es lo que pretendes. No, de eso nada, sería tanto como aceptar tu pérdida. Y loco no estoy, aunque lo parezca y tal. De verdad. Ay no, eso no, no me dibujes hoy tus medias sonrisas, pueden tumbarme definitivamente, no debes darme golpes bajos, hagamos una conversación horizontal y hablémonos de tú a tú, para ti es más fácil: eres dialécticamente muy fuerte. Tranquila, dentro de este cuadrilátero de la vida, me tienes contra las cuerdas. Vamos, una sonrisa más y me terminas de noquear por derribo técnico y tal. Es así, en serio. Y tal.

No puede ser, no me lo podía esperar de ti. ¿Cómo te atreves a ponerme esa canción? ¿Qué intentas, que ahogue mis palabras en lágrimas amargas? Encima tienes la osadía de cantarla, incluso eliges la estrofa precisa con la que quieres golpearme:

Te sentí tan dentro que a veces
presiento que estás a mi lado
me gusta contarte lo que me ha pasado
hasta que descubro que he hablado sola”.

Este “Polvo de mariposas” de Vanesa Martín me mata, pero cuando sale de tus labios también me evapora, me hace desaparecer sin ser notado. No miento, de verdad. ¿Qué? Ah ya, sí, sé que te encanta, pero ahora ha sido traída como un regalo envenenado, casi diría que atómico. Allá tú, rómpeme entero si quieres, después de ti no me apetece ya ser nadie, tampoco nada. Y tal. No exagero, en serio.




¡¡¡Pues chica, escuchándote cualquiera lo diría!!! Pensé que nuestra histo… ¿qué? Pero, ¿cómo puedes decirme eso? Veo que estaba viviendo en la inopia, en la más absoluta ignorancia de todo tu sistema de sentimientos. No sé. Jamás he aceptado que se pueda dejar de amar de manera instantánea, no puedo resignarme a eso. Y tal. No, no, no y no, de eso nada, yo entiendo perfectamente, tonto no soy. De verdad. Vamos, ¿pero dónde quieres llegar? Me vas a volver loco, ¡¡ahora me dice que me quiere, que está enamorada de mí!! Ya veo, ya. En serio. Francamente, no hay quien te entienda. De todas formas, sabes qué te digo, que empiezo a estar hasta las narices de tus ritmos, de los tiempos que te marcas, tan atroces como tu frialdad. En fin, no sé, ya me entiendes. Y tal.

Todo se junta, por si era poco ahora se pone a llover. Me siento muy cansado, casi agotado, voy a buscar un soplo de oxígeno bajo mi paraguas. Puede que a ti ya no te importe, pero necesito pasear y hallar el poder purificador del agua. Ya, ya sé que tú eres más de calores y colores, pero siempre residió nuestra atracción en nuestras diferencias, ¿recuerdas? Pero bueno, según parece eso ya no importa. Tú sigue colgada en tus vidrieras interiores, casi celestiales, que Dios todo lo quiere. Allá tú, de verdad.




Olvida tú que puedes, yo me nutriré y viviré de todos los suspiros que guardé cuando el calor de mis abrazos guarecía el frío de tu cuerpo.

Ah mira, por favor, olvida también todos mis agravios. Y recuerda solo una cosa: te quise como pude, como supe, pero fue todo de verdad.

Aferrado eternamente a tu ausencia, me despido.


Y con mi última lágrima me ahogo.