domingo, 24 de junio de 2018

EL BAILE DE LOS FANTASMAS


Tu mirada era una bola de lava que se hacía río una vez que salía de tus ojos sombríos. Una mirada curva, sin ángulos, apagada, tal vez desconfiada, pero ganada por la fuerza del valor de la esperanza, de la ilusión de una vida que tú jamás habías pensado, pero que sabías que existía porque la habías visto en sueños, en tus sueños.




Apareciste a media tarde moviéndote en diagonal, para que nuestra mirada se cruzara oblicuamente, no podías poner tan fácil tu bondad al albur de la guillotina de la vida, no querías ser decapitada de nuevo. Venías frágil, ondulada, con todos los sistema de alerta de tu cerebro activados, con la idea de que nadie conquistaría a tus guardianes… sin saber que esos guardianes estaban desarmados y eran poco fieros.

Mientras te observaba semioculto, diste tres pasos hacia adelante y dos hacia un lado. Paraste. Metiste las manos en los bolsillos de una chaqueta negra y miraste un horizonte que te daba miedo, hasta que aparecí yo frente a ti, a lo lejos, al tiempo que una cigüeña crotoraba en la cima del campanario de una iglesia en la que tú no orabas. Me aproximé a ti con seguridad, incluso con firmeza, te sentiste desarmada e imitaste el vuelo tembloroso y desordenado de los mosquitos. Al fin y al cabo tenías el corazón demasiado roto como para no hacer gestos de protesta al mundo… a mí también. Sonó un hola  que, sinceramente, no recuerdo bien quién de los dos lo emitió. Y miraste a ninguna parte. La tarde quedó en suspenso.




Con la opresora sensación de un peligro invisible, trataste de avanzar, pero por cada paso que dabas, la vida avanzaba un metro más que tú y volvía a dejarte en tu punto de partida. Un enjambre de demonios atormentaba tu mente, de sobra sabías tú que la felicidad no siempre tiene el mismo sabor, pero fuiste fuerte y no te quedaste inmóvil, preferías sufrir en movimiento que morir dulcemente parada. Cercada por el miedo y atenazada por la incertidumbre, me regalaste una sonrisa tímida y medida; me miraste con precaución y paraste la vida, presentías que algo podía llegar a pasar. El aire movió tus cabellos negros, bellamente caídos como tú ánimo, bailarines como el sabor de la esperanza. Me miraste a los ojos, me diste dos besos y me hablaste bajito, para que los duendes hostiles no te escucharan y no te hirieran de nuevo.

-         Me siento como una hoja caída –susurraste inaudible.

Enseguida hiciste dos movimientos, o tal vez uno solo, pero compuesto, era como si hubieras aplicado dos fuerzas circulando en distintas direcciones. Y diste espacio a nuestras miradas.

Con tus pensamientos varados en las arenas secas de tu interior, daba la sensación de que pedías a gritos un auxilio que nadie entendía. Tratabas de buscar una metamorfosis compleja, de difícil o imposible ejecución: intentabas metamorfosear tus tormentas negras por hermosas tardes de cielos azul bahía, pasar de la cacofonía de la desesperación al canto vivo y triunfal del himno de la alegría.




Sin embargo, en tu actitud se veía clara una chispa eléctrica de gran intensidad que dibujaba un futuro no ya esperanzador, sino brillante y cargado de felicidad. Esas líneas de luz procedentes de un sol apagado que tenías oculto (incluso a ti misma), indicaban un camino bonito, pero que debías hacer tú sola. Tú. Solo tú. Tú sola. Sola.




Pasadas las travesías de las tierras movedizas que un día rompieron tus brazos de tanto sortear, comenzó a nacer tu deseo de ser piel roja y los pétalos del mundo se estiraban hacia el infinito. Y ese deseo de ser piel roja comenzó a escribir en tu cabeza cómo desandar la crónica negra de tu crónica soledad. Una sonrisa incidental anunciaba en tu cara horizontes de luces solares. Y, aunque con errores, yo deseaba estar ahí para ver esos horizontes junto a ti, para ver florecer todas las sonrisas del mundo en tu cara.

Y entonces, empezaste a estar gobernada por tu valentía y fue cuando batiste todas las barreras del mundo. Tu fuerza viva conquistó a los guardianes de la dificultad y, en el mismo universo, comenzaste nuevos y múltiples caminos, abiertos y guiados por tu certero y potente sentido común.




Reconfigurar tu vida y refundar tu existencia con valor y con fortaleza, con valentía, con firmeza, con vigor, excediendo a las fuerzas naturales, a las leyes de lo humano… eso hiciste mi bella amiga, mi querido ser… y eso, eso es algo más que un hecho terrenal, eso es simplemente una HAZAÑA HEROICA.

Y yo, tu amigo.

¡¡Cuánta fortuna!!