Es Navidad.
Comienzo todos los preparativos para la gran fiesta; ha de estar todo listo para una velada llena de amor y paz, cargada de buenos propósitos y grandes deseos. En mi noche más mágica me rodearé de todas las personas que amo y las agasajaré con mis mejores galas, además de ofrecerles mi gratitud y mi cariño eterno.
Para esta ocasión tan especial he decidido utilizar la sala más grande de mi casa, habrá mucha gente y quiero que haya suficiente espacio para los abrazos… y también para el baile. Aunque es cierto que las nieves de diciembre provocarán en nosotros el deseo explícito de sentirnos piel a piel, de juntarnos mucho, de transmitirnos calor sazonado con mucho amor.
Estoy desbordado de alegría, casi soltando alguna lágrima furtiva.
¡¡Alabado sea Dios, cuánta satisfacción siento!! Todos los adornos están en el lugar preciso y en el sitio perfecto. La preciosa decoración de mi salón es una proyección de mi estado interior: mucha luz, colores, cintas preciosas, bolitas que nos devuelven imágenes distorsionadas… Todo tan divertido, estoy colmado de felicidad. Gracias Señor. No sé si me quedarán risas para cuando llegue el gran momento.
Debo vigilar para que el menú esté a punto y en su punto. ¡Madre del Amor Hermoso, qué pantagruélica cena! No quepo en mí de júbilo, me postro ante el Todopoderoso y vuelvo a mostrarle mi agradecimiento. Son siete platos sí, pero la cantidad de cada exquisitez será moderada. La mesa, desde luego, debe de estar a rebosar de comida y de bebida. Todo ha de estar dispuesto de tal manera que mis invitados se sorprendan. Estoy realmente henchido de felicidad. Las copas del cava brillan tanto como mi feliz mirada, son preciosas y aguardan ansiosas muchos anillos en su interior pidiéndoles deseos diversos. En todos los deseos que se pidan, seguro, la materia prima principal será el amor. De verdad, que el Ser Supremo nos guíe a todos en este mundo lleno de espinas.
Se acerca la hora y siento un cosquilleo en mi estómago que me produce sensaciones alucinógenas. Qué maravilla, ya veo el desfile de modelos de alta costura en la pasarela de mi mente. No pierdo más tiempo, me voy a preparar. El momento, ahora, está ya realmente próximo. ¡Cristo vele por nosotros y se haga el custodio de nuestra noche! La satisfacción, el gusto y el contento interior botan y rebotan por todas las paredes de mi hermosa casa. ¡Loado sea el hijo de Dios, cómo puede haber tanta dicha en mí!
Los ladridos de los perros callejeros son acristalados, el vaho de los alientos es glaciar y los motores de los camiones de basura no rugen con ternura. El frío atroz me despierta tiritando y tengo que abandonar mi sueño para recolocar los cartones y las mantas. Al fin y al cabo me ha venido bien, estaba teniendo una tremenda pesadilla.
Intento dormirme de nuevo, porque mañana temprano seguiré esperando mi muerte. Es curioso, lo que para unos es toda una realidad, para otros es un maldito sueño…
¡¡Malditos sean los sueños deseados que no se hacen realidad!!
1 comentario:
Ya alguien dijo ... todo en la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Sí, malditos sean esos sueños deseados que no se hacen realidad.
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