martes, 8 de febrero de 2011

MI PADRE

Miro a mi padre. Vuelvo a ver el hombre que de pequeño vi, un hombre decidido, fuerte... invencible. Salgo del calabozo de mis ilusiones y vuelvo a mirar a mi padre. Y esta vez veo al hombre que es hoy, que no es el que un día fue.


De manera lenta pero imparable el Alzheimer va hurtándole todos sus recuerdos, llevándose con él su historia personal y la idea de todo cuanto fue, apagándole a trocitos su luz propia, su identidad, su relato personal como hombre, como marido, como padre, como abuelo y como bisabuelo... como ser humano.

Soy testigo silente de su progresivo deterioro y aún así algo dentro de mí me grita que esto no es real, que la fortaleza de mi padre es inexpugnable, que él será el primero en vencer esta maldita enfermedad, que de nuevo lo veré ganando otra batalla, que seguiré teniéndolo como un tapiz donde mirarme y nutrirme como persona. No puedo digerir esta realidad, a pesar de ver cómo él va perdiendo ilusión, brillo, fuerza y vitalidad.

Afortunadamente todavía permanece a mi lado, aún puedo seguir situando mi afecto, mi seguridad y mi apoyo en él. No quiero quemar el tiempo, malgastarlo. Quiero invertirlo en él, en disfrutarlo, en acompañarlo, en mostrarle paciencia y cariño, en devolverle parte del amor que él me ha dado, en llenarlo de paz interior, en agradecerle su comportamiento como padre único y singular. A veces, incluso, pienso que el tiempo juega en mi contra. La vida sigue su curso acelerado y tengo la impresión de no poder hacer todo cuanto quisiera por él. Y el dolor es tan grande que casi puedo tocarlo con las manos, me sacude momento a momento, instante a instante, paso a paso…

Pero antes de que marche a otros conocimientos, a otras realidades que sólo él va a entender, quiero decirle que voy a estar ahí, junto a él, para ver su mirada cómplice antes de que se apague el último resquicio del hombre que fue. Y, sobre todo, quiero que mi querido padre sepa que jamás lo olvidaré, que lo recordaré el resto de mi vida, que seguiré llenándome de él y que pase el tiempo que pase siempre lo amaré profundamente.

Ya solo me queda por decir que en las ocasiones que la vida me presente ante una decisión difícil, recordaré a mi padre y todas las cosas que él me enseñó. Será el retorno de su voz a mí en la noche de los tiempos de mi vida. Él siempre me recordará que puedo hacer todo cuanto me proponga, y que si no acierto en mis decisiones, siempre podré enmendar mis errores.

Cada vez que evoque a mi padre, siempre aparecerá en mi rostro una dulce y agradecida sonrisa.


7 comentarios:

Vega dijo...

Qué orgulloso se sentiría tu padre si leyera esto...
Qué orgulloso me siento yo de conocerte y de compartir amistad.
Gracias por todo esto.

mjmanzanares dijo...

Uno de los textos más hermosos y más dolorosos que has escrito. Todos tendremos siempre un padre. Siempre.
Al leerlo me ha recordado un vídeo que hice hace algún tiempo. "Para nada". Lo cuelgo en el blog.

Noelia Torres Torres dijo...

Reflejas a la perfección el amor que un hijo tiene a un padre pero lo describes de una manera fantástica. En este relato se pueden tocar las emociones. Ójala esto lo pueda leer tu padre! y Ójala todos tuviesemos el valor de decir estas cosas a nuestros padres!
Una vez más gracias por hacerme disfrutar leyendo.

kitty dijo...

Si, yo también pienso que tu padre es una gran persona, se merece ese texto e incluso todo

ana victoria dijo...

un texto realmente maravilloso, me emociono leyéndolo, ojala todo el miundo pudiera decir, con esa claridad, lo que siente por sus seres mas querídos, en especial los padres,
muy bonito, gracias

FÁTIMA dijo...

se me han puesto los pelos de punta cuando lo he leido, ojala todos tuviesemos la valentia de decirle a nuestros padres lo mucho que les queremos y lo importante que son en nuestras vidas, me he emocionado al leerlo de verdad.

Primitivo E. Azabal dijo...

Muchas gracias por tanta sensibilidad!! Y muchísimas gracias por compartir un tema que es tan personal e íntimo y que lo habéis sabido sentir y proyectar en vuestro contexto.