Hierba verde fresca, caricia mojada de mayo. Espalda posada sobre colchón herbáceo mullido, aroma húmedo manchado de esmeraldas. Falda de montaña que me alberga, que me ciñe parcialmente con telas de araña de nueva savia que germinan de su matriz. Me siento como una sombra que aparece sobre una piedra preciosa, oscureciendo sus luces. Miro horizontes verticales ascendentes que me devuelven imágenes claras de mi vida, veo tantas cosas en el camino, tantas alegrías, tantas penas, tanto amor que recibí... Abro los ojos y veo otra cosa.
Cielo lejano copado de nubes de vientre negro, con bordes plateados perfectamente definidos; previsibles, como la vida de un pobre. Nubes que no amenazan a nadie, pero que invierten la visión del mundo; nubes de espaldas quemadas por un sol que quiere iluminar mi vida, pero que no lo dejan; nubes que son espejos de ilusiones donde miro para verte, pero me devuelven más nubes.
Flores globosas y solitarias hermosean los paisajes que yo miro, de un blanco virginal, incólume. Su olor intenso es llevado por aires lejanos que penetran en mi interior en forma de espiral. Magnolia de tronco liso que me acompaña y busca su protagonismo. Circundada por retamas floreadas que lucen racimos laterales de flores amarillas. La hoja verde de la magnolia media entre la lucha de las flores y añade deleite espiritual a mi mirada. Así es más fácil enamorarse. Mis sentimientos, en su cobijo, bambolean durante un tiempo. Me devuelve a la realidad el sonido de las hojas verderojizas, que tocan sus palmas azuzadas por el aire. Y ya en la realidad te veo a mi lado mirándome y pidiéndome que siempre te quiera, que sea sólo para ti.
La esperanza perfumada de la magnolia me saca los clavos de mi soledad, hace que se eleven mis pasiones y que sienta un deseo casi incontrolable por ti. Los arroyos siguen lanzando su agua babeada y emiten ruidos diferentes. Es como si cada cauce fuera un coro que entona una melodía distinta, un concierto titulado “Los cantos del agua”. Allí arriba vale todo, hasta la anárquica composición musicada del agua cantarina. La nota diferencial que aporta el relincho de un caballo salvaje me indica que es la hora de bajar de las alturas.
Una corriente de aire impulsa y hace irregular el vuelo de varias aves, pero eso será un capítulo de sus vidas que se contará en otros lugares... yo ahí ya no estaré presente.