jueves, 13 de octubre de 2011

EN TODO CASO, UN BESO

Esta tarde planea una rara sensación sobre mi corazón que lo cerca, que lo ocupa, que lo anula, que lo enfría y que lo hiere. Siento que una parte de mí ya no está, una parte que me hace mucha falta y que, definitivamente, la fuerza de la vida me la está apagando y me enseña cómo marcha a chorros de mi lado.


Me siento como las montañas recién duchadas por el rocío de la noche, cuando la bruma de madrugada las corona como enormes toallas blancas que tratan de secarlas. Me siento llorado, oscuro, lejano, empinado, escarpado… inalcanzable. Me parece que se posan en mí miradas curiosas que terminan observando paisajes diferentes a los que buscan, paisajes fríos como témpanos de hielo.


Hilos de acero recorren mi interior, a velocidad de rayo. Tengo la impresión de ser como el agua, me veo serpenteando por las espaldas de la vida: líquido, inodoro, insípido, incoloro… el curso de mi río termina su carrera en el delta de la ausencia de la parte de mi vida que se va. El dolor me golpea violentamente y esta vez mi vida va a quedar contusionada. El dolor, maldita sea, me hace hervir como las calderas del infierno, es un dolor ilimitado…


Y es que, esta tarde, esa rara sensación que planea sobre mi corazón, es un bisturí que corta mi vida igual que un buque corta el agua, de la misma manera que una flecha corta el viento. Hace incisiones en mi cuerpo, lo surca, lo llena de cráteres y con las tiras de mi piel trenza figuras de pesadumbre, de tristeza, de enojo, de melancolía. Y mientras, esa parte de mi vida que se me va, da un paso más hacia un destino que ya va quedando muy lejos de mí.


Incluso noto en su mirada los primeros atisbos de despedida, tornasol de amor y cariño, con un esbozo de impotencia porque siente no seguir junto a mí, no escucharme, no compartir mis alegrías y no combatir a los que tratan de herirme. Consciente de que cuando se vaya, mi vida quedará seriamente debilitada, pero sabedor de que jamás traicionaré su legado inmaterial. Y por muy doloroso que sea, tal cual se me enseñó, te veré partir de pie, a cara alta, mirando de frente, agarrando tu recuerdo hasta despellejarme…


Pero, espera, no me puedes dejar así. Al menos ahora no. Déjame que te cuente algunas cosas últimas que me han pasado. Necesito sentir tus palabras protectoras, tus gestos de apoyo borrando de mi recuerdo la crueldad con la que mis enemigos tratan de hundirme, tu fuerza inmensa arrancando de mi mente las palabras diabólicas con las que alguien trata de medrar sobre mí. Anda, por favor, regresa aunque sólo sea un momento… el momento preciso en que te necesito, el momento macabro que empiezo a ver que a partir de ahora mi apoyo es mi lágrima, tu recuerdo.


Juro por mi vida que jamás traicionaré la honestidad que me inculcaste.


Aquí y allá, ahora y siempre, en todo caso, un beso.

5 comentarios:

Laura dijo...

ufff, que intenso, me encanta!!!

Laura dijo...

ufff, que intenso, me encanta!!!

PANDORA dijo...

Una sabia persona dijo una vez, que SOMOS CENTINELAS de nosotros mismos y CAPITANES de nuestro timón. Los que nos acompañan en el viaje, y cesan, dejan de pertenecer al mismo para ser ahora viento, a todos sus efectos, para el impulso, el respiro, provocar tempestades o avanzar vigorosos.

Casualmente perdemos el equilibrio deseado, y por casualidades como sentir tus letras un 14 de octubre, yo, lo recompongo.

Primitivo E. Azabal dijo...

Muchas gracias por estos comentarios hechos con tanta intención, empujados por el significado que habéis dado a esta entrada de blog.

Gema dijo...

Mis ojos son como ríos sin cauce que se desbordan ante las primeras lluvias del otoño.
Esta es mi forma metafórica de expresar lo que me ha producido la lectura de relato. ¡Conmovedor de principio a fin!