miércoles, 2 de noviembre de 2011

AIRES DE OTOÑO II

Amanece con llovizna, es una mañana vestida de gris. Sin embargo, a diferencia de otras veces y otras lluvias, este gris es plateado, casi brillante. Además es un día muy generoso, porque no apaga el olor a azahar que desprende el patio con naranjo en donde hay una mujer que lee. La mujer.

Me aproximo al patio empujado por la esperanza de recibir una mirada de la mujer. Me mira y justo en ese momento me sobrecoge un resplandor vivo y efímero, una ráfaga de luz intensa que se enciende y que se amengua cuando deja de mirarme. No le sorprende verme allí. Las cosas bellas son así, nunca se sorprenden de ser observadas; esto pasa porque lo bello, se sabe bello. Debo iniciar alguna maniobra de aproximación a esta linda mujer, pero reconozco que mi empresa es difícil. El naranjo luce su verde vivo, casi vehemente, ajeno a mis propósitos. Deja de llover.

Con bolígrafo de tinta verde, verde esperanza, le escribo una nota y se la dejo pegada a la verja de la puerta del patio que tiene un naranjo. Veo cómo pasa una página de su libro que, a la vez, es también como pasar una página del tiempo y una página de su vida. ¡Lo que se puede pasar en una fracción de segundo, eh! Al menos ya sabemos cuántas cosas podemos detener si no pasamos la hoja de un libro.

Esperé escondido tras un árbol para comprobar si mi mensaje había despertado su interés, si se levantaba a cogerlo y cuánto tardaba en hacerlo. Todos esos ingredientes serían buenos indicadores para evaluar yo el grado de interés que le despertaba el chico que merodeaba por su bonito patio con naranjo, el hombre misterioso que paseaba ya por las orillas engalanadas de su preciosa cara. Su reacción fue inmediata. Miró a un lado, miró a otro y cuando creyó no ser vista cogió el papel con presteza. Leyó casi nerviosa.

- “He compuesto una preciosa canción de amor. Pienso cantarla, ¿quieres ser mi corista? Y después de ser cantada, si suena bella, exploramos las posibilidades que hay de vivirla. No digas nada, si tu respuesta es afirmativa mira al cielo, que Dios mandará un angelito para que me avise”.

Miró al cielo. Sonrió. Soñó. Despertó. Volvió a mirar al cielo por si antes no habían captado allí su mensaje.

Observé en silencio y, contra mi voluntad, marché con la satisfacción de haber ganado mi primera batalla. El amor es así de zorro, un encuentro casual avanza por dónde él quiere y hace creer a los protagonistas que son ellos los que ganan, los que vencen batallas. El amor, a veces, hace creer a las personas que se enamoran y luego resulta ser que es todo mentira, que se trata de una falsa sensación. Desde aquí le pido al amor que se manifieste con sinceridad, por favor. Que no engañe a seres inocentes, porque puede hacer mucho, muchísimo daño.

La mujer que habitualmente lee sentada en el patio que tiene un naranjo ya no va directamente a tomar su asiento junto al tronco del naranjo. Ahora mira impaciente hacia un lado y hacia otro de la calle, aunque tras la verja de entrada al patio. Yo sigo observándola desde mi escondite, para terminar de verificar que mi conquista será un triunfo seguro.


Vista de espaldas, cuando camina, tiene unas formas realmente preciosas. Me encantan sus pasos, ojalá un día vengan a mi encuentro y también ojalá ese día ya caminen siempre junto a mí. Eso sí, debo de tener paciencia, porque una mujer especial nunca tiene prisa. Un hombre ordinario, sí.

De nuevo aparece la lluvia.

1 comentario:

Alba dijo...

Deja que siga mirando al cielo, sigue escribiendo notas con tinta verde mientras te ocultas en tu escondite, alimenta cada día su pensamiento en tu persona y sigue haciéndote extrañar, un día tú recogerás tu pergamino prendido de tu escondite, seguro que estará escrito con tinta roja, ahí hallarás todas las respuestas que buscabas, y ya permanecerás también dentro del jardín, junto al naranjo , cesa la lluvia........