Anoche tuve un sueño. En mi sueño aparecía yo, sin ser yo el protagonista. Puedo decirte que yo lo soñé, pero ese sueño es más tuyo que mío. Una escena no muy larga que casi cuenta los últimos diez años de tu vida. Ha sido un sueño horrible, de verdad.
Te llamo temprano, quiero contarte cómo me siento, pero tu ausencia es eterna, parece como si al otro lado del teléfono sólo estuviera el desierto. Y pasan las horas y yo llamo y llamo sin parar, pero se agotan los tonos y tú sigues sin aparecer. No puedo reprocharte nada, porque siempre estás, es cierto. Sin embargo, hoy, tal vez, es el día y el momento que más necesito que aparezcas, que te hagas presente con tu voz, que me cuentes que estás al otro lado del auricular. En cierto modo, lo reconozco, es un poco un acto de egoísmo por mi parte. Necesito descargar el enorme caudal emocional que este sueño me ha causado, tal vez por ser más tu sueño que mi sueño. Tranquila, no te culpo, fui yo quien lo soñé.
No, no, para nada, no estoy de acuerdo con que los sueños, sueños son. De eso nada, este sueño ha sido algo más que un sueño. Tres vidas en una escena, tres futuros que se dirimen en un sueño que acaba con imágenes difusas. Este sueño ha sido una laguna en mi mente, un paréntesis en mi vida de dormido… pero mira, cógeme el teléfono por favor, necesito perentoriamente contártelo, decirte cómo y cuánto me ha afectado tu sueño.
Un entorno sin la luz de la razón, al calor de una lumbre que calienta lo que puede, dos mujeres frente a mí, una de ellas eres tú y la otra es una mujer sin rostro que sostiene un niño en sus brazos, también sin rostro. Hay conversación, pero el sueño no la constata. La realidad más grande que el sueño muestra es tú sonrisa, siempre brillante, llena de luz, irradiando claridad como un cuerpo incandescente. Y también ese sueño presagia mis temores de que se rompan los finos hilos de tu cercanía. Ya te digo, mi sueño, tu sueño me ha resultado demoledor. Anda, mi pequeña, hazme el favor de coger el teléfono. Déjame compartir esta pesada carga contigo.
Abandono la estancia y afuera, apoyada en una pared lateral de la casa, permanece mi bicicleta, está siendo invadida por el rocío de la noche que busca persistente su proceso de congelación. A punto de partir, aparece un coche todoterreno rojo. Se baja del mismo un hombre con unas botas de cuero, cubren su pierna por encima del pantalón, casi hasta la altura de las rodillas. Titubea y tras unos segundos muy incómodos, decide saludarme fríamente. El hombre era realmente guapo. Pero, mira, de verdad, cógeme el teléfono, que te lo explico verbalmente al detalle. Venga, una vez más te lo pido, descuelga tu teléfono que no te vas a arrepentir. Te gustará que te cuente tu sueño. Un sueño, cuando menos, curioso.
En nuestra despedida está la herida. En los huertos aledaños a la casa se producen las escenas de impotencia, rabia y frustración. Y también se dicen las verdades más grandes jamás contadas sobre el amor. Tú le cuentas al hombre guapo quién no te hace feliz y qué imposibilita que no estés con él. La imagen va perdiendo intensidad, va perdiendo claridad... mis ojos se abren. No tengo ganas de nada, ni siquiera de volver a soñar. No obstante, insisto, coge el teléfono, por favor. No te arrepentirás, atiende mi llamada, que quiero yo contártelo todo aunque sea con mi voz empañada.
Tonos y más tonos, llamadas estériles que lo único que me devuelven es la certeza de que este sueño se quedará guardado para siempre en mi interior.
4 comentarios:
Sueño que no te sueño
Tan horrible fue el sueño!!??
Espero que ella te cogiera el teléfono,
dicen que si cuentas los sueños
no se cumplen.
Un saludito!!
El sueño me creó mucha angustia, pero estuvo bien soñarlo. No me cogió el teléfono. Y este sueño lo conté para que no se cumpla.
Por favor...que así sea!! Bsts!
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