Para
delatar lo surrealista, ridículo y esperpéntico que puede llegar a ser el
ámbito de las ventas indiscriminadas, voy a referir un suceso que me ocurrió en
fechas pasadas.
Estaba
aún terminando de desperezarme en el sofá de mi casa de la cabezadita de después
de comer, cuando de repente suena el teléfono. Hoy día, con la identificación
de llamadas, cuando miramos la pantallita de nuestro teléfono, siempre deducimos que son números de empresas que nos van a ofertar algún
producto, pero en el fondo a todos nos pasa lo mismo: pasado el momento inicial
de la razón y ante un número raro o excesivamente largo descolgamos el aparato
no vaya a ser una llamada que cambie nuestra vida. Bien pensado, menuda
chorrada y pedazo fantasía común albergamos ¡eh! A quién se le ocurre pensar
que una llamada va a suponer el vuelco de tu vida, en fin…
- Sí, dígame –contesté adormilado.
- Hola, buenas tardesss, ¿hablo con don Primitivo Expósito
Azabal? – sonó al otro lado una voz de mujer grave pero limpia y perfectamente
entendible.
- Pues sí, soy yo, ¿me puede decir con quién hablo, por favor?
–pregunté temiéndome ya lo peor.
- Hoo laaaa don Primitivo, soy Elia Onofre, ¿cómo está usted? –
continuó aplicando todas las técnicas aprendidas en sus cursos de
telemarketing.
Reconozco
que ante una situación de esta índole y teniendo en cuenta la previsibilidad,
estuve a punto de contestarle como un/a jubilado/a:
- Ay, pues mire, no estoy muy católico, ¿sabe? Ayer se me metió
un dolor por el talón del pie izquierdo que me recorrió todo el cuerpo como un
rayo y me vino a salir por la parte delantera a la altura del ombligo. Me tiene
destrozado.
Pero
su trabajo es ya suficientemente duro como para no mostrarles un poco de
respeto y regalarles algunos minutos de escucha, aunque yo reconozco que por
teléfono no me gusta comprar y nunca lo he hecho.
- Estoy muy bien Elia, gracias. Dígame cual es el motivo de su
llamada, por favor.
- Eee sí, mire, don Primitivo, le ofrezco dormir una noche en un
hotel de cuatro estrellas en Guadalajara por 25 eurosssss, ¿eh? ¿Qué le parece,
don Primitivoooo? – lanzó tan ricamente.
Reconozco
que en un primer momento me quedé petrificado, incluso pegué un gran chasquido
con la lengua, porque lo último que me
esperaba era este tipo de oferta, que me pintaran el chollo padre por ir a
dormir a Guadalajara a precio de saldo.
Piensas
siempre que la interlocutora te ofrecerá un seguro de hogar, delatándote como un imprudente temerario si no
lo tienes; un contrato de tu línea telefónica con una compañía determinada,
poco menos que llamándote tonto por pagar tanto, ya que el que te ofertan
siempre te sale 200 euros más barato al año que el que tú tienes; en enciclopedias
de estas novedosas que a día de hoy te regalan una y sales a correr; en alarmas
para la casa, debido a la cantidad de peligros que acechan a nuestras viviendas
si no tienes alarma; en sillones de relax de estos que te dicen que aun estando
lisiado, si te sientas un rato por la noche, al día siguiente puedes hasta
competir en unas olimpiadas; en jamones que te tocan en sorteos que jamás
juegas,… ¡¡Pero Dios mío querido, quién iba a pensar que te fueran a ofrecer ir
a dormir una noche a Guadalajara!! ¡¡Y encima por 25 euros!!
Suelo
tener una óptima capacidad de reacción, pero necesité algunos segundos para
salir de mi asombro y contestar:
- Pues mire, doña Elia, ni se me había pasado por el magín ir a
dormir a Guadalajara, de verdad – le dije hasta con cierta gracia.
Evidentemente
ella estaba adiestrada para insistir, para reiterar machaconamente el planazo
que me perdía si no tomaba el tole al día siguiente y me iba a dormir a
Guadalajara. Y yo decidí, sin perder el respeto y la educación ni atentar
contra ella, conducir la conversación con cierto humor para intentarle
descubrir lo ridículo de una oferta de esa entidad.
- Pero, don Primitivoooo, fíjese lo que le acabo de decirrrr, es
una oferta increíble – persistió.
- Que sí, que sí, Elia, en eso estamos de acuerdo, la oferta es
increíble. De hecho te confieso que jamás se me había terciado a mí ir a dormir
a Guadalajara, de verdad –aseveré.
- Es que, don Primitivo, es una oportunidad única, de estas que
no se pueden perder, por favor –atacó de nuevo.
- Estaré entonces poseído, Elia, pero no pienso ir a dormir a
Guadalajara. Entiendo según te explicas que la noche andará bien cara por allí
y que por 25 euros estoy cometiendo una locura rechazando la oferta, pero es
que me imagino coger yo ahora mismo mis bártulos y arrancar a Guadalajara a dormir
nada más que así, que porque hay un hotel que me cobra sólo 25 euros –le solté
de un golpe intuyendo ya que entraba en la fase de cese, incluso que tenía ganas
de reírse.
- No sé, don Primitivo, pero pienso que un paquete así no se
puede rechazar, se lo digo con toda sinceridad –apostilló, pero ya batiéndose
en retirada.
Y
decidí pegarle la puntilla.
- Agradezco tu preocupación, pero lo voy a rechazar, hay cosas
que no pueden ser, Elia. Sé que esto será una mancha negra en mi historia
personal, pero lo asumo – le dije ya con pleno dominio de la conversación.
- Jajajaa… jaja... Perdón – dijo incómoda.
Y opté por
ponerle un contraejemplo:
- Mira, yo soy de un pueblo del norte de Cáceres, de Nuñomoral y
la ciudad más próxima que tengo es Ciudad Rodrigo, en la provincia de
Salamanca. Te digo esto, Elia, porque esta semana estuve una mañana allí y vi
en un supermercado un queso puro de oveja de tres kilos
por 15 euros la pieza, siempre y cuando te lo llevaras entero. ¡¡Y no lo
compré, fíjate tú!! Como ves era un ofertón, pero, ¿dónde iba yo con tres kilos
de queso de oveja así por las buenas? No sé si me has entendido.
- Jajajaja…. Sí, sí… jajajaja.. – no podía ni hablar la muchacha
de la risa.
A
partir de ese punto a Elia le importaba un pimiento si yo aceptaba la oferta de
dormir en Guadalajara por 25 euros o no,
ni siquiera me volvió a mencionar nada relacionado con dicha oferta. La chica
tardó en reponerse de sus risas y me bombardeó a preguntas personales durante
unos instantes, hasta que amablemente decidí yo poner fin a la conversación.
Espero
que se replanteen todas estas formas de ventas y sistemas de marketing, porque
pienso que todo lo que excede a lo razonable y lo normal no funciona.
Además
se consigue mucho más con una sonrisa amable y dándole oxígeno a la gente, que
con métodos que terminan convirtiéndose en elementos de acoso y derribo.