martes, 20 de agosto de 2013

CLIENTES POTENCIALES I

Entiendo que, desde su invención, el teléfono ha sido una de las herramientas más poderosas para hacer negocios, esto es un hecho plenamente constatado que no admite discusión alguna.
No obstante, en los últimos tiempos, debido a los cambios que se han producido en los enfoques de estrategia comercial, el poder del teléfono como herramienta de venta, pienso que se ha visto aminorado.
Técnicas de venta excesivamente agresivas, persuasión al consumidor inadecuada, una comunicación comercial en ocasiones errónea y una oferta de producto que no cubre necesidad alguna en el consumidor, sino más bien tiene como fin un carácter estrictamente economicista, de consumo innecesario en la mayoría de los casos, han conseguido que todos los potenciales consumidores (o sea sé, todos nosotros) desarrollemos unos potentes filtros que nos hacen resistentes a la compra espontánea o compulsiva.
Sin embargo, esta autodefensa que crea el consumidor que es, además de progresiva, excesivamente lenta, es derribada una y otra vez por el robusto sistema de marketing que las sociedades capitalistas ponen al servicio del flujo económico: principios y prácticas que buscan especialmente el aumento de la demanda, es decir, del comercio, no de la satisfacción de las necesidades del consumidor. Por tanto, todos cargamos con un sinfín de productos y “canecos” absolutamente innecesarios hasta que nos hacemos fuertes y resistentes a sucumbir a ventas estúpidas, en muchas ocasiones de productos ni siquiera tangibles. ¡¡Tiene cojones la carga de leña!!
En mis escasas noches de insomnio, en alguna ocasión, he decidido encender la televisión para practicar un rato el zapeo, como medio de relajación… o como búsqueda de la nada o de lo inconcreto. En la mayoría de canales, a determinadas horas, ofertan una inmensa multiplicidad de productos de lo más variopinto. Bien, pues estos, cualquiera de ellos por ridículo que parezca a priori, si me paro un momento y presto la atención debida al anuncio, sinceramente no me explico cómo llevo cuarenta y tres años sin ellos. ¡¡TODOS ME HACEN FALTA!! A todos les veo una utilidad enorme, no sé si os ha llegado a ocurrir este curioso hecho. De ahí que en todos los hogares haya una serie de pingajos y zarrios que un día se compraron por impulso irresistible, sin calibrar su valor ni su necesidad. Y es normal esto, porque el producto en sí es descrito en un ambiente de emoción (marketing emocional) que lo presenta como algo único, exclusivo y valioso; como una pieza singular únicamente a la altura de tu dignidad. Pero claro, en esos casos, nuestra individualidad es en realidad una enorme masa de millones de personas que en ese mismo momento comparten canal de televisión: hecho esencial que conoce la maquinaria de la industria, pero no discrimina el cerebro del consumidor. Evidentemente, cualquiera de nosotros como potencial consumidor, somos inmensamente más frágiles que la poderosa y pesada maquinaria de la industria.
Bien, pues a continuación me centro y voy al grano, al motivo principal que genera la creación de esta entrada de blog.

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