jueves, 14 de febrero de 2013

NUÑOMORAL I

Levanta lenta la niebla llevándose con ella los malos augurios. Niebla meona de gotas menudas que no llegan a llovizna. Los campos son cuadros perlados de brillantes, de cristales, de grises, de platas... de magia.

Ya es invierno en Nuñomoral.


La noche está ya en fase declinante, el crepúsculo inicia su gobierno y entra pausado a tender la alfombra roja al Rey Sol. Esta madrugada me devuelve al origen de mi vida, me lleva a pisar las calles y los campos que millones de veces pisé, pero con unos piesecitos mucho más pequeños, más tiernos, más inocentes.

Ya amanece en Nuñomoral.


Voy dejando señales en mi tierra madre, igual que ella tiene mi corazón lleno de huellas y recuerdos que me emocionan y me someten a la delicia suprema de su amor. Establezco una complicidad con ella y justo rayando el día le cuento al oído que cuando vuelvo, renazco. Corto una flor en la puerta de la Cecilia y la abono contra mi pecho. El paseo se hace más lento, mis pies caminan llenos de raíces.

Ya se despereza Nuñomoral.


Enfilo por la carretera de Cerezal y, frente a la puerta de la Asunción, busco horizontes desde las alturas que me enseñen el río de mi vida. Serpentea lento por su curso el río Hurdano haciendo barriga en las Presas, con brazos que se separan y vuelven a él y corrientes glaciares con una sonoridad especial. Y mi vista se pierde en el codo que se forma cuando sus aguas se estrellan contra los canchales del charco de las Barrancas.

Desciendo por el empinado camino de la prensa del tío Vicente, dejando a la derecha la casa vieja de la Nisia y el gallinero de la tía Encarna y, justo a la altura de la almazara, giro a la izquierda tomando dirección a los Monderinos. Un camino de tierra bordeado, a su derecha, por huertos, y a su izquierda, por el mítico barrio del Coto. Me asomo a las fincas jundonerah y contemplo un paisaje desolador, casi de abandono total. Me invade una rara sensación de melancolía, algo así como si los ejércitos del pasado no me dejaran avanzar, como si los piquetes de mi angustia me encerraran engrilletado en una inmensa celda invadida por la oscuridad…

Las otrora valiosas huertas y viviendas hoy presentan un aspecto decadente originado por el goteo sangrante de familias que emigraban buscando una vida mejor.


Me detengo un momento y viajo al pasado en el tren de mi memoria. Recuerdos de color amarillo aderezados con olor a hierba verde húmeda, a brisa mañanera de carámbano, a perros en celo, a miedos a maestros, a casas frías, a ilusiones que florecían y morían dentro de las fronteras de Nuñomoral. Cuando nos íbamos encontrando una propiedad más abandonada, cuando observábamos las zarzas y los helechos secos adueñándose del terreno, veíamos el retrato de la ausencia,  el dolor de otra familia más que se marchaba regando con lágrimas la carretera de tierra y piedra, de otro amigo del alma que hacía las maletas, de otro pupitre más que quedaba vacío en la escuela…


Vuelvo al presente, seco mis ojos y, entre canteros, sigo bordeando los repollales de los Monderinos, llegando al huerto de mi tía Angelines y regresando al olor de los amaneceres estivales sacando patatas antes de rayar el día, cavando hondo con el sacho y sintiendo una mezcla de aromas de tierra seca somera y tierra profunda semihúmeda agarrada a las patatas. Sigo camino junto al huerto de Alejandro el carpintero y cruzo la era ya abandonada del tío Juan Panadero hasta llegar al Pasil Derecho. Y en el camino de la Regaera miro un horizonte hacia La Collaíta que deja en el aire una estela inmensa de recuerdos, de sonrisas y lágrimas, de tiras de piel...

Nuñomoral, a mis espaldas, late despacio. Y arroja algunas señales de humo de las chimeneas mezcladas con voces lejanas que se emiten desde lugares indeterminados.

Respiro. Y apunto de nuevo a mi límite visual.


-    ¿Te acuerdas del día que matamos el lagarto encima de esa pared de piedras? -sonó una voz a mis espaldas.
-    Perfectamente contesté. Luego nos lo quitó don Antonio, el maestro -apostillé.
-    Es verdad -concluyó mi amigo Javi mientras se aproximaba a mí.

Eso es para mí Nuñomoral: vida y recuerdo.

El paisaje de tierra húmeda desprendía un olor fresco y natural, un aroma helado como el metal; y el río era una banda sonora de memoria líquida, una mirada fija con escalofrío electrizante, una corriente de vivencias que pasaban como su propia agua.

Y de nuevo volví a recordar aquellos inviernos de carquexas secas, de helechos sin vigor, de gruñidos lejanos de gorrinos mostrando sus violentos quejidos por la matanza. Imágenes de hombres y mujeres duros como los canchos del Lancheru. Los hombres sujetaban al cerdo y lo inmovilizaban y uno de ellos, el matarife, mostraba los brillos mortales de la hoja del cuchillo justo antes de jincársilu en el pehcuezu al animal. Las mujeres se secaban sus manos en la jalda para coger los baños donde portaban los bandujuh de los cerdos hasta las corrientes del Hurdano, para dejar impolutas las tripas donde se embuchaban los chorizos y los salchichones. Y los perros del pueblo rastreaban los suelos en busca de restos del despiece de los cerdos sacrificados, hasta que alguno de los hombres los espantaba al grito de:

-    ¡¡chuchu d´ahí, perdiu te qué, veti a la jorca hijoputa!! - gritaba mientras se golpeaba con las manos abiertas sus pantorrillas.

Nuñomoral es esta paradoja: me roba oxígeno pero me mantiene vivo.

Continúo con mi paseo y tomo dirección hacia el charco de las Tinajas, dejando el Pasil Derecho a mi derecha y bordeando los pareonih del tío Camilo, de Plácido y de la tía Carmen, que quedan a mi izquierda. Javi camina ligeramente retrasado tras de mí, en silencio. Creo que se ha dado cuenta  de a qué he venido al pueblo y no quiere quitarme bocanadas de aire, trocitos congelados de vida que aparecen en blanco y negro en mi memoria.

Nuñomoral es un tapiz blanco lleno de escenas de vida...


3 comentarios:

senderos de gloria dijo...

Que hermosos son tus recuerdos y bien se yo que son así, que las palabras te sirven para expresarlo pero no para adornarlo...

senderos de gloria dijo...

Que bonito es ese Nuñomoral, tan real y tan querido, con esas creencias tan curiosas y esa vida en continuo contacto con la naturaleza

Primitivo E. Azabal dijo...

Muy bien visto, aquí no hay adornos que valgan, es puro sentir y fundamentalmente, vivencia pura.

Muchas gracias por leer y comentar!!!