Continuando
a estos niveles sociales, traigo un testimonio bien interesante que
otro egregio caballero realizó acerca de las putas, el fallecido
señor José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca, noveno Marqués de
Castellbell, Grande de España, aristócrata, actor y escritor,
biógrafo oficial del Rey don Juan Carlos I, el cual, en un momento
de debilidad emocional, hizo unas declaraciones calificadas como
incendiarias por la denominada prensa rosa o de crónica social: “...
¡¡me encantan las putas!! Son un servicio público, la mayoría de
los hombres de mi edad se han educado a nivel sexual en las sombras
de un prostíbulo...”.
Sinceramente, por su condición de noble, me parecen unas
declaraciones tremendamente honestas, ya está bien de fer
a la puta i la Ramoneta,
que dirían mis amados y admirados hermanos catalanes.
A
su vez, este célebre y polifacético hombre de acreditada prosapia,
solía narrar una divertida anécdota sobre el distinguido director y
guionista de cine italiano Federico Fellini. Contaba que el reseñado
cineasta visitaba cada tarde a una puta, cuyo culo contemplaba con
delectación, hasta que acababa la cita, y entonces Fellini palmeaba
el culo de la meretriz y marchaba del prostíbulo, saliendo del mismo
tan aliviado como el beato pecador sale de un confesionario. Para que
vengan a negarme a mí que las putas lo mismo valen para un roto que
para un descosido. ¡¡Qué importancia capital tiene el oficio, por
Dios!!
Y
ya, tomando el ascensor social y bajando algunos pisos, dejamos
arriba la nobleza y pasamos a reflejar las percepciones que el pueblo
llano aporta al edificante mundo de las putas.
Recién
ingresado en la Universidad de Salamanca, allá por el año 1989 o
1990, uno de los profesores que tuve en magisterio, mandó como
obligatorias una serie de lecturas de carácter histórico acerca de
las diferentes escuelas y los diversos modos de enseñar que se han
producido a lo largo de la historia, no sólo en nuestro país, sino
a nivel mundial. Resulta que entre esas lecturas, había un
libro/manifiesto contra el fracaso escolar titulado “Carta
a una maestra”,
cuyo título original era “Lettera
a una Professoressa”,
que estaba escrito por los alumnos de la escuela de Barbiana.
Barbiana es el nombre de un pueblecito de Vicchio, en el valle de
Mugello, en Florencia (Italia). Bien, pues el párroco de esta
localidad, llamado don Lorenzo Milani, buscó alternativas a la
escuela tradicional y propugnó una experiencia educativa donde se
reestructuraban todos los problemas y situaciones de orden humano,
sociopolítico, histórico y religioso.
Y
fueron sus alumnos, guiados e iluminados por este sabio sacerdote,
quienes dieron con la clave de las putas y su relación con el mundo.
Escriben literalmente que “…
las putas son como los curas y las maestras, se enamoran enseguida de
sus criaturas. Si luego las pierden no tienen tiempo de llorar, ya
que el mundo es una familia inmensa. ¡¡ Y hay tantas otras
criaturas a quien servir!!”
¡¡Qué
barbaridad, Dios mío, qué afirmación!! La conservo intacta y
fresca en mi memoria desde que la estudié, incluso la resalté en el
examen oral de Pedagogía General, ante la sorpresa, el asombro y la
satisfacción disimulada de mi profesor.
Claro,
esta idea, reestructura la percepción general que la sociedad tiene
acerca de la relación prostituta/cliente. Y desmonta la cruel idea
que tenemos todos de que la humanidad del cliente siempre se
contrapone a la frialdad de su puta. ¡¡Mentira cochina, como bien
descubren los alumnos de la Escuela de Barbiana, dirigidos por el
gran pastor don Lorenzo Milani!!
Por
eso, la inmensa mayoría de los usuarios de prostíbulos, una vez
pasados los periodos iniciales y asentada y controlada su pulsión,
repiten con frecuencia con la misma puta: por deseo mutuo, nunca por
decisión unilateral ni por casualidad. Existe ahí un amor
bidireccional subyacente no tangible, pero potente como pocos.
Y
estas divagaciones previas tan complicadas y profundas, autorizan y
dan vigencia a la idea que Platón plasmó en su obra “El
banquete”:
“Abolengo,
honores, riquezas, nada puede inspirar al ser humano como el amor, lo
que es necesario para llevar una vida honorable”.
CONCLUSIÓN:
La prostitución es una profesión Santa, perfecta y libre de toda
culpa, de culto universal, de especial virtud y ejemplo, consagrada a
Dios y, por tanto, venerable.
Y
por si esto fuera poco, trae a todo ser humano especial provecho.
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