viernes, 26 de febrero de 2010

ENTRE LA NIEBLA

Soslayamos el peligro del monstruo y nos sentamos a orillas del lago Ness. Tiraste una piedra al agua y, mientras mirábamos en silencio los círculos concéntricos que se formaban, dijiste que así era nuestro amor: cerrado sólo a los dos, expandible a lo largo del tiempo y el espacio, visible a todo el mundo y transitivo entre las distintas etapas de nuestra vida.

Nos pusimos de pie y me agarraste las manos tirando suavemente hacia ti, pegamos las caras y me susurraste con voz casi imperceptible un te quiero que me hizo temblar, que me estremeció todito completo. Te abracé lenta y moderadamente, con mucho amor, con suavidad, con presión progresiva... estaba enterito impregnado de ti, borracho de amor y aromas que me perdían en la enorme selva de tu existencia.

Después nos juramentamos amor eterno, marchamos al hotelito y nos amamos locamente con una pasión inusual, desmedida, rayana al derrame. Era un deseo extremo que ni siquiera parecía satisfacer el estar dentro de ti, quería más y más y más... deseaba absorberte, libarte, fundirte dentro de mí.

En el lago, a escondidas, lloraba bajito Nessie, tras ver una escena que él jamás podría vivir en primera persona. Y él mismo pensó que esto sólo se podía solucionar en nuestra próxima visita a la orilla del misterioso lago...

En un descuido nos devoraría a los dos y así, mezclados y envueltos, ya nadie ni nada nos podría separar jamás. En la feliz digestión del monstruo se dibujaba nuestro final deseado...





1 comentario:

Isabel dijo...

El monstruo nos ha debido comer a todos, porque del terror (o de la envidia)nadie se atreve a comentar nada...
Ummm, aún se estará saboreando...