Como cada atardecer, una chica joven y guapa bajaba hasta las profundidades de una gruta misteriosa, situada en una escarpa casi vertical de enorme longitud, junto a una playa inmensa y solitaria. Buscaba ostras, para arrancar de sus entrañas esas brillantes y preciosas perlas de concreción nacarada y de color blanco agrisadas.
Día tras día su tesoro iba aumentando de manera considerable y ella estaba tan orgullosa… “Seré la mujer más hermosa y rica del lugar…”, pensaba.
Una noche, mientras dormía, un hada que carecía de bondad se le apareció en sueños para decirle que tenía que buscar muchas perlas, cuantas más mejor, le decía mientras apuntalaba sus palabras con gestos seguros y firmes… “así conseguirás ser eternamente bella, rica, sabia y feliz…”, le dijo dándole la espalda entre risas mientras marchaba. Y le reveló una nueva gruta donde había muchas ostras con las mejores y más regulares perlas, pero le advirtió que debía guardar el secreto…
Cuando se decidió a descender a la nueva caverna, se levantó al amanecer para que nadie la siguiera. Apenas había bajado unos tramos, se encontró con un hombre y el pánico se adueñó de ella. Lo único que pudo escapar de su boca fue un grito que chocó violentamente contra las rocas y provocó un eco sobrecogedor.
- ¡Tranquila, no te haré ningún daño! – Exclamó él.
- Me has asustado. – Musitó ella con voz débil y trémula.
El hombre circunspecto pensó que cómo era posible que hubiera llegado alguien hasta su gruta secreta, si ese lugar era desconocido para todos los mortales.
Y ella, con lágrimas en sus ojos, le exclamó:
- ¡Me has descubierto! Y ahora no podré seguir buscando perlas y mi tesoro no aumentará.
- ¿Eres buscadora de perlas?
- Sí, ¿y tú?
- Yo soy devolvedor de vidas.
La chica, al mismo tiempo que hablaba, le temblaba todo su cuerpo como una fina hoja expuesta al viento.
El devolvedor de vidas tranquilizó a la chica diciéndole que él no quería impedir que buscara sus tesoros, aunque fuera en su secreta estancia subterránea.
- Yo no te he visto coger perlas, todo lo has dicho tú. Yo llegué hasta este lugar sin querer, vengo del otro lado de la playa. La recorro a diario buscando estrellas de mar. Cuando las veo varadas en la arena porque bajó la marea, las devuelvo al mar y así impido que se sequen y mueran. Las devuelvo a la vida. Un día me despisté un poco y llegué hasta este lugar, sentí gran curiosidad y me asomé a mirar cómo era por dentro. Desde entonces lo hice lugar de meditaciones, hogar no habitado, matriz de tierra guardadora de tesoros como los que tú buscas. Y también como los que yo busco… y tal vez hoy encuentro.
La muchacha, con alguna lágrima bajando el tobogán de sus mejillas, dijo:
- ¡Qué hermoso es lo que haces! ¡Devolver vida! Y yo preocupada por la estupidez de agrandar mi tesoro, arrebatándole a las ostras lo más profundo de su ser.
La joven mujer sintió que lo que hacía no estaba bien y huyó apresuradamente sintiendo una mezcla de pesadumbre y vergüenza. El hombre salió tras ella, pero cuando llegó a la puerta de la gruta, la chica había desaparecido sin dejar ni rastro.
3 comentarios:
si, me ha encantado...
Para cuando la siguiente entrega? Estoy deseando saber como devuelve vidas el genio...
Que bonito, madre mia que pedazo de historia!! Que imaginaciòn y sensibilidad despende el texto... ¡¡precioso!! Otra a la que le ha encantado... ¡voy a por la segunda parte! Un abrazo
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